Seguimos en verano, el que oficialmente ha terminado pero que realmente nadie sabe cuando va a terminar, para dejar paso al suave otoño con sus dulces colores. Vivimos tiempos de zozobra. Éramos felices y no nos dábamos cuenta. No sabíamos y mucho menos valorábamos todo lo que disfrutábamos. Una amable, feliz y responsable paz ciudadana, que algunos han aprovechado para remover viejas teorías y generar alboroto entre ociosos y revoltosos.
Ante esta situación, me pregunto si existirán en el mercado pastillas contra la tontería, y pastillas potenciadoras de la inteligencia, la cultura y el sentido común. Preguntada la comunidad médica, me dicen que no hay ninguna efectiva, pero que si se inventara, tendría mucha demanda, ante la importancia de las epidemias que vivimos.
Ahora las pastillas más revoltosas se conocen como píldoras en las redes sociales. Es tanta la ignorancia y la falta de criterio de la gran masa de ciudadanos, que todo lo que vemos en la televisión suponemos, aseguramos, que es dogma cierto e incontestable. Y todo lo que nos llega por las redes digitales creemos indica que son hechos ciertos que han logrado escapar a las garras de los poderes fácticos más oscuros, fuerzas del mal que fomentan nuestra ignorancia y coartan nuestras libertades.
Pero la pastilla que más necesitamos es una que limpie nuestras orejas, que nos permita escuchar a los demás, valorar sus opiniones, y actuar con tranquilidad, en base a criterios serios. Esto además nos ayudaría a dormir más tranquilos, preparados para un nuevo día.
En el turismo, necesitamos pastillas para no olvidar la esperanza. Todos queremos viajar con los brazos abiertos, con el ánimo de conocer al prójimo, con generosidad y con respeto. Igualmente, recibir a personas distintas, que nos aporten nuevas experiencias y nuevas formas de ver la vida. No buscamos invadir nada, ni que nos invadan, solo queremos conocer otras formas culturales, otros paisajes, otros ambientes.
El turismo es el paradigma de la curiosidad en movimiento.
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