Como muchos vienen “oliendo” en los últimos meses, el turismo está padeciendo unos insensatos ataques en muchos lugares. Pero debemos tener claro que el turismo no es una mercancía que podemos guardar en un congelador, a la espera de que lleguen mejores tiempos. El turismo es un servicio, un servicio que provoca progreso económico y cultural a toda la sociedad, más sus buenas dosis de libertad y entendimiento.
Ahora pareciera que el turismo molesta a muchos, cuando lo reciben. Pero evidentemente no les molesta cuando ellos mismos pueden hacer uso del mismo para viajar, conocer otras ciudades, disfrutar experiencias soñadas, y derrochar el dinero de otros sin remordimientos.
Los políticos son los primeros que se apuntan a un viaje como invitados, exigiendo siempre alojamientos elegantes y emblemáticos, viajes en primera clase y traslados en limusina con chofer privado. Y son también esos mismos políticos los que se anotan a cualquier alboroto como paladines de la verdad, denigrando a los visitantes que traen su curiosidad y su dinero.
El turismo se desarrolla con voluntad, con vocación, con inversiones a largo plazo. Cuando la ola sube, las inversiones suben, el trabajo aumenta, y la prosperidad llega a todos. Pero cuando se castiga al turismo, esta misma prosperidad baja, el desempleo aparece de nuevo y los antagonismos toman dimensiones desconocidas.
El odio entre dos bandos se inicia creando dos bandos enfrentados. Nosotros los buenos, frente a ellos los malos, sean quienes sean. Este odio generado científica e insistentemente es el elemento clave de la caída del turismo.
En mi país estamos asistiendo a una destrucción continuada del turismo, una de las principales industrias que tenemos y que ha contribuido a la prosperidad de los ciudadanos. En consecuencia, las empresas sacan sus inversiones a otros lugares, los viajeros dudan y buscan alternativas de visita donde dejar su dinero. Los nuevos proyectos de inversión quedan pendientes, por el momento, y las campañas de promoción se convierten en más costos y menos credibilidad.
Destruir es muy fácil, construir toma mucho más tiempo y no todos lo saben hacer.
“El sentido común es el menos común de los sentidos”.
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