Martes, 07 Noviembre 2017 09:58

Falacia gay

Falacia gay

Lluis Mesalles

 

 

 

 

 

 

En la ciencia de la lógica, una falacia es un argumento que parece válido, pero no lo es. También se define como una idea engañosa, aparentemente cierta, pero que no lo es.


Cómo se aplica esta definición al movimento gay? Un movimiento que cada día es más ostentosamente expuesto, y del que ya nadie se sorprende.

 

Antiguamente la característica sexual gay era objeto se chistes, de parodias, y era limitadamente aceptada cuando se compensaba con algún sólido talento especial. Un gran compositor, bailarín o virtuoso musical podía ser gay y no ser juzgado por ello.

 

Hoy en día, en gran cantidad de países, las personas de esta característica sexual son universalmente aceptadas, sin ninguna limitación. Esto no quiere decir que pueda ser identificada por sus ademanes y comportamientos en público. La verdad es que los gays ya no causan ninguna sorpresa o comentario. Tengo amigos muy serios que lo son, lo cual no me molesta en absoluto.

 

Por eso es importante puntualizar que la comunidad gay se concreta a algunas personas, no a todas. Es una falacia pensar que los gays son personas especialmente ricas y generosas, un fácil objeto de nuestra avidez financiera. Lo son como todo el mundo, unos más y otros menos. Por ello, cada día veo menos justificable crear establecimientos especialmente dedicados a ellos.

 

En mi experiencia, los gays se dividen en dos clases bien definidas. Unos son refinados, exquisitos, conocedores de lo más elegante, y muy discretos. Estas personas buscan compartir con todo el mundo de su nivel, aunque no tenga sus mismos gustos sexuales. Les gusta lo mejor, saben lo que cuesta, y exigen productos y servicios del máximo nivel. Estos no irán nunca a un hotel etiquetado para gays, ni a un restaurante, ni a un club. Preferirán compartir con personas con sus mismos niveles de exigencia, donde se sientan seguros y aceptados, sin discriminación. A menudo guardando bien discretamente sus más intimas situaciones.

 

Por otro lado está una multitud de gays llamativos y alborotados, los que van a las marchas, se disfrazan de cualquier cosa, y gozan publicamente tentando a los límites de las buenas costumbres. Son lo que algunos llaman "payasos", y sus actitudes molestan incluso a los más serios. Se hacen notar mucho, pero normalmente son los que menos gastan, aceptan cualquier servicio con tal de que sea llamativo y contestatario.


Sin embargo, hoy los gays son aceptados como todos los ciudadanos, disponen de los mismo derechos y obligaciones que los demás.  

 

Es sensato aceptar esta falacia, y dedicar tiempo, esfuerzo e inversiones para dar servicios diferenciados a estos irreverentes?

 

 

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