Barcelona es una ciudad que a lo largo de muchísimos años, ha venido disfrutando de una gallina con verdaderos huevos de oro. La ciudad ha brillado cada día con más esplendor, gracias a sus mundialmente famosos artistas, cantantes, arquitectos, músicos, científicos, y muchos otros más. Todos han contribuido con sus esfuerzos y sus genialidades a posicionar la ciudad entre las más deseadas en el mundo.
Su clima benigno, su amable mar, sus monumentos singulares, su potente gastronomía, todo ha sumado a que Barcelona sea hoy considerada en todo el mundo, una ciudad atractiva, innovadora, y que todo el mundo quisiera visitar al menos una vez en la vida.
Este posicionamiento tan positivo ha creado sólidas simpatías en todo el mundo. Si a esto le añadimos los espectaculares resultados tanto en imagen como en economía de las olimpiadas, nos encontramos en una situación de éxito consolidado que distribuye sus beneficios por toda la ciudad, toda la provincia, y toda la comunidad.
Desgraciadamente, esta imagen tan positiva, pareciera que no fuera apreciada de la misma forma por los habitantes locales. Los políticos, ávidos de excusas para encontrar heridas para avivar, aprovechan cualquier incidente o inconveniente donde apuntar sus salvas de artillería verbal. Los beneficios del turismo en la ciudad, piensan que son de nacimiento, no se pueden perder, y es justificable que se les ponga límites.
Allí es donde aparece la gallina de los huevos de oro. Hemos disfrutado de sus beneficios como la cosa más natural, un derecho divino, los huevos llegan, solo hay que recogerlos.
Pero la gallina de los huevos de oro es un animal muy codiciado. Debemos todos velar por su felicidad, por su sana alimentación, por su tranquilidad, nunca permitiendo que se estresse, que se enferme, y mucho menos que se muera, y por supuesto, nunca, nunca, comérnosla.
Necesitamos que la gallina de los huevos de oro nos siga acompañando, muchos años más. En la mano de todos está en asegurarlo.
Amén.
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