Desde el inicio de los siglos la humanidad ha conocido casos de grupos humanos que se han dedicado a conquistar nuevos territorios para extender su poder. Igualmente, la historia nos ha mostrado casos contrarios, de grupos humanos, regiones, países, que han luchado por independizarse, especialmente cuando concurren casos de etnias, idiomas o razas distintas.
Hoy vemos casos de tendencias políticas que abogan por la separación, quieren escapar a las leyes globales, y crear sus propias leyes. Suelen ser motivaciones económicas, ya que los políticos buscan siempre tener la llave de la caja en sus manos.
Los que trabajamos en el mundo del turismo y los viajes, tenemos experiencias en todos los sentidos. Algunas escisiones se han acordado sin gran trascendencia, otras se enquistan en los discursos políticos, pocas veces pensando en el bienestar efectivo de los ciudadanos afectados.
Fronteras al Tránsito
Pocos ciudadanos, antes de tomar una decisión, o apoyarla, tienen oportunidad de valorar libremente los efectos que una independencia puede representar sobre el libre tránsito de los ciudadanos. Vivimos en un mundo muy globalizado, donde estamos acostumbrados a circular muy libremente y ser correctamente recibidos y respetados en la mayoría de los territorios.
En el mundo del turismo, nos afectan muy especialmente las fronteras internacionales. Sobre ellas pienso comentar en este artículo, con la esperanza de recibir opiniones muy diversas que nos permitan iniciar un debate iluminador.
Aunque ciertamente hay muchas formas de barreras, las más conocidas son los puestos de control en puertos, aeropuertos, y carreteras, donde funcionarios de un país, solicitan nuestra identificación para decidir si estamos autorizados a cruzarla o no.
En primer lugar, un territorio que desee independizarse necesitará establecer una red física de puestos de control, siempre de acuerdo con los territorios vecinos, para asegurar quien estará autorizado o no a pasar. Lo mismo tendrá que crear obligatoriamente el país vecino.
Se tendrán que definir y consensuar con cada vecino, los requisitos para la autorización de paso, vacunas, visados, límites de permanencia, objeto del viaje, y un sinfín de detalles, excepciones y fórmulas de solución de conflictos. Ninguno de los dos lados quiere recibir una oleada de emigrantes incontrolados huyendo de las condiciones de su país de origen.
Especial relevancia puede tener el tránsito de paso entre países vecinos. Pudiera ser que el viajero que hemos recibido, no tenga autorización suficiente para continuar, y tengamos que acogerlo o incluso repatriarlo de regreso a su país de origen.
A continuación, el nuevo territorio independiente deberá negociar con un sinfín de países, vecinos, cercanos o lejanos, las condiciones en que sus nuevos ciudadanos, y los antiguos, podrán trasladarse y las posibles limitaciones a su tiempo de permanencia o su actividad durante la visita. Una extensísima lista de negociaciones, acuerdos, tratados, que ya están cerrados, pero que habrá que renovar para evitar quedar incomunicados.
En resumen unos procesos incomodos, intensos y extensos, que tomarán un precioso tiempo, hasta aclarar posiciones. Y mientras esos aspectos no se concreten, el turismo sufrirá dificultades, tanto el de llegada, como el de salida. No me siento capacitado para valorar esa fase.
Dependerá de cada caso, pero gratuito nunca será, y tomará un tiempo precioso. Es esencial considerarlo y sopesar las consecuencias antes de optar por una separación.
En turismo, las dificultades en el cruce de fronteras tienen siempre un impacto negativo.
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