Imágenes del autor: llmc
Londres es apabullante por su inmensidad, potencia, modernidad, y ordenado desorden. Cada vez que tengo oportunidad de visitarla, me sorprende con nuevas construcciones de tono futurista. Mantiene siempre sus elementos clave, propios de su historia, orgullosamente, pero también hace apuestas muy claras hacia el futuro más innovador. No estoy seguro de lo que esto significa, pero diría que es una ciudad inteligente, con residentes muy inteligentes. La maraña de sus redes de tren, buses, es intrincada. Pero los residentes la llevan grabada en sus cerebros, y responden con agilidad a cualquier consulta, en inglés, naturalmente.
Esta ciudad ha sido multicultural por muchos años, y está habituada a la presencia de múltiples idiomas, razas, y orígenes. Su consolidada relación universal con los países de la Commonwealth hace que transitar por sus calles sea acercarse a cientos de culturas, filosofías, gastronomías y etnias. Cada grupo mantiene gran parte de su esencia cultural original, pero vive y se relaciona aceptando y respetando las claves elementales del lugar donde se encuentran. Por su tamaño excepcional, cada momento es una experiencia interesantísimo.
La ciudad ha sabido aprovechar su atractivo internacional para recibir al turista como huésped que viene a admirar lo que tienen. No le tienen envidia, más bien lo acogen y ayudan con simpatía. Las grandes tiendas se han adaptado al forastero visitante. Como ejemplo me gustaría mencionar HARRODS, una enorme tienda por departamentos, centenaria, pero que hoy luce como ejemplo de elegancia, calidad, buen gusto y amable servicio. Un hito tradicional, hoy abierto a todos, especialmente los que buscan y pueden permitirse comprar lo mejor.
Las tiendas han adecuado sus horarios a las realidades actuales. Muchas abren en domingo, al menos una gran parte de la jornada. Conviene estar dispuesto a dar oportunidades al turista a que pueda gastar su dinero sin dificultades. Un paradigma confirmado por la realidad.
En Londres también es necesario destacar sus exquisitos jardines entre los edificios tradicionales, y sus amplísimos parques centenarios. Un elemento histórico en el Hyde Park, es el famoso “speakers corner”, donde cualquiera puede ponerse de pie y decir cualquier cosa que le guste. Predominan grupos políticos, también religiosos, junto a jueces de la moralidad y críticos de las instituciones. Un solo requisito, es que el orador no toque sus pies en el suelo, y se coloque sobre una silla, una escalera o un simple cajón. Así, en teoría, no están en el territorio de la nación, libres de limitaciones y normas.
Captar una audiencia es el reto de cualquier orador, y allí tienen oportunidad de probar sus cualidades, jóvenes y adultos, de cualquier raza o cualquier sexo. Todo vale, si es interesante y claramente expuesto.
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