A menudo me siento como una antigualla. Veo con mucha sorpresa todo lo que está aconteciendo en el mundo, especialmente en el mundo del turismo. Todos apuestan por que otros resuelvan sus problemas, y además cuentan con ello.. En algunos lugares, muchos ciudadanos piensan que el turismo es un maná del cielo, listo para que el primero que lo vea se lo apropie. y lo disfrute. Raro es el personaje que apueste publicamente por el esfuerzo y la responsabilidad propia. Nadie se da cuenta de que solo nosotros mismos podemos, con nuestra actitud responsable, reconducir las situaciones hacia un progreso duradero y sobre el que podamos basar nuestras vidas y nuestras carreras.
El turismo es una gran industria, aunque ahora pareciera que es solo alimento para las grandes empresas multinacionales, dueñas de los grandes sistemas. Nos han llevado, en parte por nuestra pasividad e ignorancia, a una situación de desafección con nuestro negocio. Dejamos que otros hagan lo que normalmente el cliente, nuestro cliente, espera que hagamos nosotros mismos con nuestro equipo humano. Las redes de venta se escapan a nuestro control, manejadas desde oscuros e ignotos mundos, por poderosos sistemas solo personalizados para controlarnos mejor y conseguir resultados en beneficio de sus amos. Los sistemas solo conectan, no se hacen responsables de nada, nunca. Solo cobran su parte para seguir oprimiendo la industria. Ni las grandes aerolineas se libran de sus yugos.
Vamos llegando a la desafección con nuestra empresa, y muy especialmente con nuestro capital más valioso, nuestro equipo humano. No hay vocación, no hay interés por progresar, poco por hacer carrera. Hacemos algo por nuestro equipo, para motivarles, alentarles, recompensarles, premiarles? Cada día es más fácil contratar autómatas con entrenamiento standard, y cada día más dificil acompañar a nuestros equipos humanos en su carrera personal hacia el éxito.
Muchas veces, parece que nos sentimos desconectados de nuestros proyectos empresariales. Sentimos la llamada del egoismo que nos hace olvidar toda motivación y nos lleva a vivir de los resultados. Perdemos las conexiones sociales personales con nuestros empleados, nuestros proveedores, y nuestros clientes, los huéspedes.
Nos dejamos llevar por los grandes sistemas, grandes organizaciones, taimadamente pensadas para beneficiarse a costa de nuestras ideas empresariales, sin empatía ni coopetencia alguna.
El mundo del egoismo también acecha al turismo.
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