Es increíble la máquina de pensar, la mente.
Cómo funciona: las 24 horas todos los días los 365 días del año. Proyecta imágenes, razona, consciente o inconscientemente, despiert@ o dormid@. Te arroja datos, cálculos, ecuaciones, fórmulas, deducciones, hipótesis, teorías, alternativas, salidas, soluciones, pero, también pesadillas. Todo pasa por lo que recrea, en su pantalla o imaginación virtual, imágenes y símbolos codificados por la mente humana, según el imperio del hemisferio izquierdo o derecho del cerebro.
El televisor (del griego tele=lejos y del latin visionem=visión data de 1925), la computadora ( máquina electrónica que recibe y procesa datos desde 1938); así los juegos electrónicos o video juegos aparecen a partir de 1950 y los celulares (teléfonos móviles desde 1979). Todas estas maquinas no son mas que un reflejo de ella o prolongación, pero artificial ya no generada por un medio biológico genéticamente heredado sino por la fabricación mecánica y electrónica construido y diseñados por la mano de obra humana jugando a Dios, crea a su propia imagen y semejanza. Cibernética (Ciencia que estudia los sistemas de comunicación y de regulación automática de los seres vivos y los aplica a sistemas electrónicos y mecánicos que se parecen a ellos).
Tendemos a pensar que somos “adictos” a estas creaciones, pantallas, imágenes, sonidos, realidades ficticias y virtuales, pero en realidad son una prolongación de la misma mente y su “adicción”. Nos hacemos uno con ellas, porque son una parte externa, prolongación material de uno mismo con la que nos sentimos complementados. Como sentir la máquina, ser uno acoplado a ella (auto, moto, bicicleta, etc).
Adictos a un juego mental. Sino es a una mujer, es a un varón, o a los hijos, la familia o la profesión, el trabajo, la vocación social o religiosa, el deber ser mismo. Buscamos increíblemente paz en la guerra, en la competencia, en el nuevo desafío. Nunca se agota, nunca descansa, es el deseo mismo, insatisfecho siempre. Siempre queremos mas. Un video juego existencial interminable, como una razón de ser. ¿Por qué vivir o por qué morir? “¡Quiero seguir jugando!!”. Pero ¿Solo ganar? ¿Ser el mejor? O solo consumiendo. ¿Adicto a vivir con intensidad o morir en cuenta gotas? Una forma de aplacar la angustia existencial o la insoportable levedad de ser.
Cuando no podemos dormir, algo activo la mente (puede ser angustia, pensar en algo pasado o la ansiedad asociado al futuro o puede ser una intuición, pero no sabemos de qué) y no dejo de pensar consciente (Ego). Cuando duermo, sigo pensando, pero inconsciente, sin censura ni control ni personificando ese Yo, o Ego tal cual coraza o armadura existencial. Cuando dormimos, el hemisferio derecho del cerebro se relaja, se desconecta para dar lugar al izquierdo, flotando el pensamiento en otra dimensión, sin ordenador, sin control de datos, todo fluye desordenado y confuso, surgiendo lo reprimido, marginado, censurado por el Yo, Ego o Consciencia Social diurna, el pensamiento lineal, convergente y finito. Aparece entonces lo intuitivo, fantástico, creativo, un pensamiento divergente, probabilístico infinito. Al cual también llegamos en estado meditativo.
Todo, hoy en día, pasa por estas marquesinas de la subjetividad, nos atraen, entretienen, nos dicen qué hacer. Tienen injerencia en los sentidos con los que percibimos la “realidad” pero interpretada por la mente entrenada, que nos dice qué estamos sintiendo, como el olfato, ¿responde al deseo o necesidad de comer? cuando siento deseo de beber o comer, me lo dicta ¿el estómago o la mente?
Han creado la necesidad desde el marketing, el consumismo. Venden humo o mentiras. Somos grandes consumidores de humo. Vivimos una gran mentira existencial que nos creemos, desde el propio personaje adoptado. Estamos educados, entrenados, programados para obedecer las ordenes de afuera, primero de los padres, luego maestros, profesores, jefes, patrones, que digitan lo qué debemos hacer o ser. Nos convierten en ciegos, sordos, discapacitados mentales y dependientes emocionales. No sentimos mas allá de lo que nos indujeron por miedo. Tenemos atrofiado, enfermo el cuerpo por la mente convergente. Rige el imperio de la razón, la lógica, entrenada linealmente para obedecer reglas, y ordenes, de ordenadores y digitadores de opinión y pensamientos. Policías y soldados a la orden del poder. Incluso sentimos placer o complacencia en el sometimiento o maltrato simplemente porque es algo conocido y controlado. Puedo adaptarme a la infelicidad porque es la realidad recreada y cierta, mas no soportaría exponerme a la felicidad de la incertidumbre e incierto. Ahora entiendo el peso del dicho: “mas vale malo conocido que malo por conocer”
Entonces buscamos afuera, las respuestas, en lo que nos dice “el qué dirán”, el éxito, la felicidad, la realización, la sanación, la consagración según versa en el reglamento, fórmula, procedimiento, o creencia impuesta pero satisfactoria porque nos ¿“tranquiliza”, o adormece el pensamiento divergente, intuitivo y creativo al cual desconfiamos? Nos alagan los buenos comentarios que hacemos lo correcto, aunque sea en detrimento propio, buscamos escuchar que nos aconsejen, nos guíen, nos aplaudan, nos adulen, nos acepten, nos valoren, nos amen, en definitiva, agradar al otro soberano, en función de sus propias condiciones y a ¿cualquier precio? So pena de nuestra autodestrucción, descalificación, autocrítica y exigencia, baja autoestima, que conlleva la humillación, el menosprecio, el sufrimiento, incluso llegando al suicidio. Aceptando vivir, una muerte lenta, enferma, llena de quejas, resentimientos, envidias, celos, violencia o estar muertos en vida, ser un vegetal o peor aún, un ser viviente tóxico y destructivo.
Nos acostumbraron a aceptar los premios y castigos, porque nos hacen creer que no somos buenos, dignos, pecadores, y necesitamos redimirnos. Como en el entrenamiento canino, parece que genéticamente respondemos así, por los siglos de embrutecimiento tras las conquistas violentas. Domesticación del salvaje, razas o pueblos sometidos, convertidos en serviles dominados bajo un pensamiento lineal, convergente a estas pautas y creencias apropiadas a quienes ostentan el poder. No somos mas que unos creyentes pensadores esclavos a un sistema de creencias que nos someten hasta con agrado y gusto, a perverso y polimorfo.
Sometidos vivimos por nosotros mismos, al adoptar ideas impuestas creyendo que es lo mejor o incluso que es por “amor”. Nuestra mente entrenada automáticamente en un pensamiento convergente nos juega en contra sin saberlo. Hacemos todo lo que nos dicen, actuamos tal cual creemos entonces que es lo correcto, esperando ser recompensados, presionados por el qué dirán, por la mirada social, hasta que un día, nos damos cuenta, o entramos en crisis porque esas creencias ya no satisfacen o resuelven los nuevos problemas, los cuales provocan angustia, ansiedad y otras patologías que buscaran aplacar con las viejas recetas convergentes de manual y que no salgan de lo tradicional para no atentar con su credibilidad y autoridad. Nos volvemos entonces masoquistas emocionales, como en “The Truman show”, llenos de miedos y temores que nos paralizan y enferman. Pero “muriendo con las botas puestas” en sus creencias. Como buen terco y necio, pero hasta simpático resulta tal cual parodia trágico cómica. Que tanto gusta como la estupidez humana representada en la parodia del romanticismo de Romeo y Julieta.
¿Cómo cambiar todo esto? Querer cambiar es tocar fondo.
Nos criaron con los cuentos de hadas, fabulas increíbles, ¿mentiras piadosas para tolerar mejor la realidad? ¿Qué realidad? La que alguien invento y nos inoculo esa creencia como un juego y sus reglas para ser feliz. O hacer feliz a quién. ¿Discurso y cultura patriarcal y machista o matriarcal y feminista? A quién creer.
Dejamos de ser monos para usar seda natural, luego artificial, que nos hiciera olvidar de dónde venimos, ¿quiénes somos? ¿Extraterrestres, quizás semidioses? Pero simples mortales, igualados a los demás animales y vegetales, seguro que no.
Nuestra consciencia e inteligencia artificial no tolera semejante deducción. Es simplemente, insoportable la levedad de ser.
El ser humano es rehén de su propia mente, reglas, normas, leyes, sus creencias, costumbres y prejuicios. El lenguaje recreo un mundo sin colores, y lo redecoro describiendo de miles de maneras. Lo real ya se nos tiene vedado, imposible verle con esta inteligencia artificial que responde a códigos de barras. Lo recrea al “ser: humano”, reinventa y somete a la vez. Recreamos, creamos, innovamos e inventamos con esa capacidad increíble, pero seguimos repitiendo los mismos modelos sociales de subyugamiento, en siglos, en milenios, mientras jugamos a ser un seudo Dios inmortal. Cuando simplemente somos lo que somos, finitos de mente y mortales de cuerpo.
Pero el dilema, engreído y grotesco a la vez, no sabemos quiénes somos, porque al menos el mono, sin saber que lo es, es lo que es. Nace, vive y muere, fiel a su especie y destino, con suerte sino interfiere el primo creído, en su medio natural. No en un circo vip. Como nos gusta vivir a los humanoides.
Reaprender a vivir con esto es la clave, siendo adultos. Superar y trascender. Encontrar el equilibrio, armonizar nuestra mente artificial divergente con la convergente, conectado a nuestro cuerpo y recrear una espiritualidad que una. Perdonar, aceptar, agradecer, soltar, dejar fluir, amar y ser amados, vivir en la alegría y la paz que brote de nuestro interior para iluminar el mundo exterior como hacen los infantes humanos.
Hay que crear un medio ambiente social amigable, sustentable, sostenible, solidario, armonioso para dejar a nuestros infantes crecer en esta filosofía de auto descubrimiento, aprendizaje para un pensamiento convergente y divergente, critico y propio, sintiendo esa unión de su ser con la vida, con el todo, el tao. Con la guía de su primer maestra o maestro, madre o padre, para aprender a caminar y expresar. Dándole total libertad a dónde ir, qué elegir, dónde estar y qué aprender, para desarrollar sus capacidades y cualidades propias, no impuestas.
¿Suena utópico? ¿Soñador? ¿Quizás idealista? Siempre me tildaron de ello. Y acaso, ¿no es uno de los atributos de nuestra mente artificial creativa, pensar y recrear un mundo mejor? Porque solo se trata de eso, de pensar correctamente, conviviendo en paz, alegría, amor y solidariamente.
“El deseo siempre es insatisfecho. Siempre queremos mas. Toda cosa mas allá de lo que necesitamos se convierte en tóxico, en veneno. Así la adicción como la obsesión conlleva la repetición de un acto o habito compulsivamente generalmente en automático. Generando una necesidad subjetiva, ficticia, fantástica o virtual. Creencias construidas simbólica y culturalmente por el ser humano devenidas en naturales. Puede ser poder, pereza, comida, ego, ambición, miedo, ira, o lo que sea… Así aparecen conductas tóxicas, como el abuso y exceso en el consumo de “drogas”, tecnología, trabajo, juego de azar, sexo, violencia, etc. las cuales socializamos sin pensar, convirtiéndose en autodestructivas."
“Sabias que la incertidumbre es natural, el animal salvaje vive en ese estado, a excepción del perro o el gato domestico. El animal no es consciente ni controla su vida, no tiene mas reglas que la supervivencia instintiva. La historia de la vida en el planeta a sido la adaptación al medio y los cambios continuos. El humano a trascendido ese umbral. Sintiéndose seguro y confiado “controlando” todo a su alrededor, aunque sea en su imaginación. Su vida rutinaria no conoce sobresaltos como en la antigüedad. Por eso siente Miedo a lo desconocido, a la oscuridad, a lo nuevo, al cambio; tapándolo, negándolo, resistiéndose a aceptar que algo cambie. El sentir no tener el “control” de su entorno donde se mueve, genera un estado de inseguridad y temor, sus emociones subjetivas se exacerban transformándose en pánico y fobia, u otras patologías físicas o mentales, aparecen los “fantasmas” de la infancia. La no aceptación de la incertidumbre como ley de la vida, genera resistencias psicológicas diversas, con el consecuente calvario, karma, cruz, que marcara una vida de sufrimiento. Imagínate si no hubiese sorpresas, si todos los días fueran igual. Qué pasa si aceptamos la incertidumbre, como que la vida es continuo cambio; entonces se convierte en aventura, en gloria, en una celebración de cada instante como cada día a descubrir.”
“¿Te detuviste a reflexionar por qué reaccionamos mal? porque pensamos y nos sentimos mal. Los animales tienen un comportamiento reflejo instintivo, reaccionando en función de esa herencia genética por sobrevivencia, como no hablan no piensan, simple. La conducta humana es compleja, es un reflejo de las emociones y sentimientos, con el que nos manejamos en la vida desde que nacemos. Estas emociones se construyen por el aprendizaje de nuestros cuidadores, hablamos y pensamos, repitiendo el cuadro familiar. Ahora cuando reaccionamos mal, como con ira o con bronca, muchas veces es por la no aceptación de lo que está mas allá de nuestro conocimiento y control. No sabemos cómo obrar o actuar. Esto nos saca, nos enfurece no tener éxito o los logros esperados. Nos invade la intolerancia, la impulsividad, la cólera, y deviene la violencia física o psicológica a los efectos de querer imponer a otros o forzar las cosas, o tomamos distancia y renunciamos a volver a intentarlo, frustrándonos y maltratándonos. Pero si aceptamos nuestros errores y fracasos, las decepciones y experimentamos la compasión, el perdón, entendiendo estas experiencias como parte del autoaprendizaje de la vida, como de las mismas vivencias que enriquecen; se convierte el malestar en tolerancia, fortaleciendo la paciencia y la autoestima como el amor constructivo que une, sana y motiva altruistamente. Cuando reaccionamos con odio o desprecio, muchas veces es la no aceptación de algunas personas tal como son, parece que, si no podemos controlarlas o que cambien, queremos destruirlas, convirtiéndose en un virus que empieza a enfermar nuestra mente y corazón. En cambio, si las aceptamos incondicionalmente, a continuación, se convierte en amor. Por ello dicen que son dos caras de una misma moneda. Así es tan importante estar en paz con el padre y la madre que nos dieron vida, ponderando el hecho que nos regalaron el don de vivir. Entender que no hay padres perfectos, ni que nadie lo es, nos posiciona en pensar en lo mas importante, que somos parte de un milagro y vale la pena vivirlo. Aceptar es el desafío que tenemos por delante, así como adaptarse al medio, es aceptarnos tal cómo somos, y a la existencia misma, mas allá que no sea perfecta ni ideal. Poner las ideas y los pensamientos en su lugar, nos ayuda a actuar y reaccionar correctamente. Es el camino a encontrar la paz interior y la sanación, de nuestro cuerpo y mente.”
(Segunda Parte - Próxima Edición)
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