Si bien esta encíclica es un aporte extraordinario del Papa Francisco al mundo entero, entiendo que por sobre todo y en forma excepcional y brillante es también un aporte invalorable e irrefutable a la “economía” tanto como ciencia y como saber popular, dado que entiendo en mi modesta opinión que es en una contribución en grado supremo, detallado, exhaustivo y elevado “eminentemente económica” a la sociedad debido a la gran cantidad de términos y variables que trata referidos a esta disciplina del conocimiento.
Esto me ha llamado poderosamente la atención en virtud que raramente un Papa, incluso el cristianismo y ninguna otra religión se expresan ni se han expresado en forma tan clara y directa sobre la “economía” ni como ciencia ni actividad humana, por lo cual es muy digno de destacar este incalculable aporte que ha realizado el Santo Padre. Pero también es oportuno que yo aclare que él incurre (desde mi punto de vista) a veces involuntariamente en algunos “errores técnicos conceptuales” al confundir y mezclar ciertos términos que detallaré más adelante, achacando a esta disciplina, ciertos descalabros que en mi opinión no son originados por ella sino que están originados fuera de su ámbito por el hombre mismo, es decir, fuera del campo económico, incluso menciona a la “economía”, al “mercado” y a los “bienes económicos” como si él no formara parte de la demanda y de la oferta ya que él está … y todos nosotros estamos inmersos en el mercado al que tanto él en varios pasajes: “demoniza” y critica como si fuera lo más bajo de lo ético y que en este sencillo aporte paso a detallar sucintamente con la sana intención de dialogar coloquialmente con usted.
El Papa en la introducción de ésta su primer encíclica, destaca entre otros grandes pensadores a su predecesor Benedicto XVI quien renovó la invitación a “eliminar las causas estructurales de las disfunciones de la economía mundial y corregir los modelos de crecimiento que parecen incapaces de garantizar el respeto del medio ambiente” por lo cual sostiene con asombrosa firmeza que la “libertad humana … no tiene límites” !!!! …. lo cual es muy cierto y alentador cuando buscamos el bien aunque tampoco tiene limitaciones para el mal y pensamos que “el consumo es sólo para nosotros mismos” sin contar a los demás, ni generaciones futuras.
Según él, el “derroche de la creación comienza donde no reconocemos ya ninguna instancia por encima de nosotros, sino que sólo nos vemos a nosotros mismos”. También Francisco lo incluye en otro párrafo a san Buenaventura quien decía: “si ya no hablamos el lenguaje de la fraternidad con el mundo, nuestras actitudes serán las del dominador, del consumidor o del mero explotador de recursos, incapaz de poner un límite a sus intereses inmediatos” …. lo cual es así desde los orígenes de la humanidad, lo hemos visto y lo seguimos viendo hoy a diario, lamentablemente, pero por suerte hay remedio ya que “si nos sentimos íntimamente unidos a todo lo que existe, la sobriedad y el cuidado brotarán de modo espontáneo”. En similar sintonía, nos comparte a otro gran santo al sostener que “la pobreza y la austeridad de san Francisco no eran un ascetismo meramente exterior, sino algo más radical: una renuncia a convertir la realidad en mero objeto de uso y de dominio”.
Algo que también me ha sorprendido gratamente es cuando Francisco introduce varios términos novedosos como el de “rapidación” que en “economía” tiene un paralelo con lo que conocemos como “proceso de aceleración” y es así que con este término, se refiere a la continua aceleración de los cambios que sufre la humanidad y que se une a la intensificación de los ritmos de vida y de trabajo. Si bien el cambio es parte de la dinámica de los sistemas complejos, la velocidad que las acciones humanas le imponen hoy, contrasta con la natural lentitud de la evolución biológica. A esto se suma el problema de que los objetivos de ese cambio veloz y constante no necesariamente se orientan al bien común y a un desarrollo humano, sostenible e integral. El cambio es algo deseable y necesario, pero se vuelve preocupante cuando se traduce en un lamentable deterioro del mundo y de la calidad de vida de gran parte de la humanidad.
Por otro lado y abarcando disímiles bienes y servicios económicos, el Sumo Pontífice pasa a comentar que mientras se deteriora constantemente la calidad del agua disponible, en algunos lugares avanza la tendencia a “privatizar este recurso escaso, convertido en mercancía que se regula por las leyes del mercado” y tiene mucha razón ya que al ser “tratada” ( captada, conducida, encausada, fraccionada, purificada, envasada, etc. ) es ahí donde el agua pasa a ser un bien económico y conformar parte del mercado, pero antes y fuera de ello no era ni es un “factor económico” ( medible, cuantificable, con un cierto precio, apropiable, etc. ) ya que no se podía consumir o gastar, comprar o vender, aunque sí era y es un bien natural socio-político de suma trascendencia. Y con elevado grado de detalle Francisco sostiene que “se advierte un derroche de agua no sólo en países desarrollados, sino también en aquellos menos desarrollados que poseen grandes reservas.
Esto muestra que el problema del agua es en parte una cuestión educativa y cultural, porque no hay conciencia de la gravedad de estas conductas en un contexto de gran inequidad” y con suma preocupación y poniendo una grave alerta, nos previene que “una mayor escasez de agua provocará el aumento del costo de los alimentos y de distintos productos que dependen de su uso. Los impactos ambientales podrían afectar a miles de millones de personas, pero es previsible que el control del agua por parte de grandes empresas mundiales se convierta en una de las principales fuentes de conflictos de este siglo” …. y cuánta razón tiene ¡!!!!! …. esa agua bendita que al entrar al mercado y volverse cada vez más escasa, como sabemos por la ley económica de oferta y demanda, su precio seguirá en aumento y puede llegar a ser foco de innumerables conflictos y este tema, por supuesto que merece ser tratado y analizado en extenso.
Más adelante el Papa sostiene que “mirando el mundo, advertimos que este nivel de intervención humana, frecuentemente al servicio de las finanzas y del consumismo, hace que la tierra en que vivimos se vuelva menos rica y bella mientras el desarrollo de la tecnología y de las ofertas de consumo sigue avanzando sin límite. De este modo, parece que pretendiéramos sustituir una belleza irreemplazable e irrecuperable, por otra creada por nosotros” y en verdad es así lo que vemos a diario dentro de esa “rapidación” que él nos mencionó al principio, con el agregado de las enormes ansias de poder que siempre cultiva el hombre y con las ganas de superarse día a día, lo cual excede lo que estudia la economía como ciencia y por lo tanto, tampoco debemos maldecir al mercado por esto ya que escapa a su materia.
En otras palabras, las ansías de poder del ser humano son competencia de él como ser, no como ser económico u “homo economicus” que es un modelo de estudio de racionalidad y es racional quien toma sus decisiones en términos de “costo de oportunidad”. Este “homo economicus” es un concepto que nace con los clásicos de la “ciencia económica moderna”: Adam Smith, David Ricardo y Thomas Malthus que sostenían que el modelo de comportamiento humano “racional” era “maximizador” de sus opciones, racional en sus decisiones y egoísta en su comportamiento (exclusivo, excluyente e insaciable). Con esta introducción científico-técnica es que pretendo que vayamos poniendo marco a este artículo.
Siguiendo con las contribuciones maravillosas del Santo Padre a la economía, nos aclara que “si tenemos en cuenta que el ser humano es una criatura de este mundo que tiene derecho a vivir y a ser feliz y que además tiene una dignidad especialísima, no podemos dejar de considerar los efectos de la degradación ambiental del actual modelo de desarrollo y de la cultura del descarte en la vida de las personas” todo lo cual es acertado dentro de esa puntillosidad única que lo caracteriza, más aún cuando vislumbra un nuevo modelo de desarrollo que vá acompañado lamentablemente de esa “cultura del descarte” que expone, pero vale aclarar que esto tampoco es el fin de la economía como ciencia, muy lejos de ello ya que ese digno ser humano vá evolucionando en ciertas cosas …. pero involucionando en otras, que a su vez son reacciones colaterales que hacen del descarte un simplismo llamativo y elocuente.
Por otro lado, Francisco pasa a analizar algo que también nos toca muy de cerca y que es la influencia de los medios periodísticos cuando sostiene que “se agregan las dinámicas de los medios del mundo digital que, cuando se convierten en omnipresentes, no favorecen el desarrollo de una capacidad de vivir sabiamente y pensar en profundidad” y con una gran delicadeza y soltura nos expresa que “los grandes sabios del pasado, hoy correrían el riesgo de apagar su sabiduría en medio del ruido dispersivo de la información.
La verdadera sabiduría, producto de la reflexión, del diálogo y del encuentro generoso entre las personas, no se consigue con una mera acumulación de datos que termina saturando y obnubilando, en una especie de contaminación mental” por lo que en verdad, yo estimo que es una moda de sentirse cada uno de nosotros en la cúspide de la información y al instante, pero que al saturarnos y contaminarnos, de seguro que pasará al nivel que corresponde en el corto plazo, tal es así y valga de ejemplo que el “apéndice del hombre y la mujer” como es el celular, de a poco vá dejando de ser consulta permanente las 24 hs.: muchos restaurantes prohíben el ingreso de estos móviles como también bancos, oficinas, museos, iglesias y otros sitios en aras de disminuir, equilibrar y liberar tensiones.
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