Luego de pasar una noche en Bogotá, tomé el vuelo muy temprano a Medellín, para conectar en pequeño avión de muy pocas plazas hacia Capurganá, tierra colombiana casi frontera con Panamá. Aterrizamos a media mañana en el diminuto y caluroso aeropuerto. Esperé por las maletas que traían en un rustico carrito y salí a la calle para esperar por mi transporte. Tratábase de una maltrecha carreta tirada por caballos, en la que monté junto con mi equipaje para dirigirme hacia mi alojamiento. Me recibieron amablemente, me dieron posesión de mi rustica cabaña y me ofrecieron agua de frutas frescas mientras esperaba por mis anfitriones en ese recóndito y apacible rincón del Caribe Colombiano que hace parte del Municipio de Acandí que pocos colombianos conocen.
Se trataba del Diagnóstico de Potencialidad Turística que debía de realizar para aquel rincón del País contratado por el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo de ese país hermano en el año 2009, justo el año en que se anunció en México el embate de la Epidemia de la Influenza (la Cepa AH1N1).
Mi llegada a Capurganá no fue lo esperado; primero porque no había nadie que supiera de mí, lo típico cuando trabajas para un ministerio; falta de comunicación, falta de información y desconcierto ante la llegada del consultor invitado, y segundo porque al parecer a una parte de la comunidad local le parecía una imposición del Gobierno Federal el practicar un Estudio Diagnóstico sin haberles tomado en cuenta.
Mi trabajo en primera etapa consistía en llevar a cabo una serie de talleres con la comunidad para recoger sus inquietudes al tiempo que realizaría recorridos para determinar la potencialidad turística del cantón. En ese sentido encontré hospitalidad, calidez y apertura de una buena parte de la comunidad turística de aquel bello poblado con calles sin pavimentar a la orilla del mar que me recordaba tantísimo a Holbox, y por otra parte el desdén del grupo opositor al gobierno que curiosamente era el autodenominado “Las Negritudes”. Casualmente durante mi estancia se celebraría con tremendos festejos en la Playa el “Día de Las Negritudes”; sobra decir que era el de la gente de color, buena y simpática, aunque existía entre ellos, el movimiento comandado por los líderes opositores que tratarían de boicotear mis talleres.
No había señal con el teléfono celular; la comunicación con Bogotá era muy limitada y la mejor forma de comunicarse con el mundo era viajando en una lancha rápida que daba más saltos que un caballo indomable en corral y que me dejó los huesos adoloridos, hacia la cabecera municipal de Acandí a unos 30 minutos para poder encontrar un Café Internet o una oficina de telégrafos y entonces poder enviar mensajes de auxilio a mis contactos del Ministerio en la gran capital.
Finalmente apareció al día siguiente en aquella suerte de Isla que, aunque era parte continental se asemejaba más a una Isla, la funcionaria guapa y bien presentada que venía en nombre del Vice Ministro de Turismo a “darme la bienvenida” y tratar de coordinar los trabajos de Diagnóstico que debíamos practicar por órdenes del propio Vice Ministro. Para cuando ella llegó por aquellos lares, yo me encontraba debidamente aclimatado, habiendo hecho amistades y despreocupado por el uso del celular. Mis interlocutoras capitalinas en cambio, sufrían de calor y del traumatismo que causa a cualquier joven no poder usar a plenitud el teléfono móvil, fue muy divertido. Lo interesante es que el Líder de las Negritudes, un hombre rudo y popular entre alguna parte de la población se quejaba airadamente con los representantes del Ministerio, ante la invasiva llegada de este mexicano que lo que más les preocupaba era que seguramente les podría contagiar de Influenza, “como era posible que hubiesen contratado a un mexicano” !!
Seguramente nos podremos contagiar todos !!
Los líderes de extrema izquierda siempre tienen astutos argumentos.
La verdad es que pasado el mal rato de la bienvenida, que no fue tal, el intento de boicot a mi labor y la desorganización de los burócratas de la capital, finalmente me hice de estupendos amigos en Capurganá, tome cientos sino que miles de fotografías, hice fantásticos recorridos en aquel maravilloso, cálido y romántico rincón caribeño de Colombia que aún recuerdo con cariño y finalmente entregamos un Estudio, casi un Plan Maestro de Desarrollo Turístico para el Municipio de Acandí, Colombia y la costa negra de Capurganá que alguna vez perteneciera a Panamá, hace apenas unos escasos cien años.
Hoy he recibido una agradable llamada de ese País hermano en donde tengo tantos y tantos amigos para acariciar la posibilidad de ir a impartir un par de Conferencias posiblemente en la muy querida Cartagena, en Medellín y en la también entrañable Bogotá. Será un placer poder regresar a Colombia a compartir experiencias y reírme tanto como en pocos sitios del mundo se puede uno reír a plenitud.
Otro día les cuento más de Colombia, que seguramente es una futura potencia mundial del turismo.
Otros Artículos del Columnista