Más de veinte años llevo en esta incansable lucha por tratar de erradicar los horrendos anuncios espectaculares, y por tratar hasta hoy infructuosamente, de limpiar la imagen urbana de nuestras ciudades, cuando menos Cancún que es donde vivo y nuestras carreteras, que pudiendo ser hermosas, lucen horribles ante esta desmedida invasión de publicidad de todo tipo. La batalla ha sido muy difícil, casi imposible de ganar por muy diversas razones, pero entre ellas quizá la más importante es que existen enormes intereses económicos detrás de este negocio y también políticos y por supuesto de alcances electorales en este pobre País en el que somos víctimas del influyentismo, la corrupción y la impunidad.
Pero hay quienes me dicen que la publicidad espectacular existe porque además de ser un gran negocio para algunos, sirve y es de utilidad a la empresas o anunciantes, lo cual me permito dudar y cuestionar rotundamente. En el siglo XXI, en donde el marketing digital se ha apoderado de la comercialización, en donde las redes sociales son el instrumento de comunicación por excelencia; en donde bloggeros, twiteros, influencers y otros actores de la nueva parafernalia de comunicaciones son quienes dirigen las preferencias; cuando en el turismo más del 60% de los viajeros consulta las comunidades virtuales y donde hasta los políticos han ganado elecciones haciendo uso de las redes sociales, resulta absurdo por decir lo menos que haya quien piense que puede generarse ventas con los anuncios y letreros en la calle, eso es ridículo.
Pero más allá de ese debate, lo que es un hecho real y contundente es que toda esa publicidad, que va más allá de los llamados espectaculares, porque en el caso de Cancún y Playa del Carmen por ejemplo, tenemos lonas, vallas, pantallas luminosas y letreros hasta en los árboles y postes de luz, constituye una tremenda fuente de Contaminación Visual que atenta contra la Imagen Urbana y la Competitividad, aunque sus defensores lo nieguen.
Y no hemos podido convencer a autoridades en turno, legisladores, regidores y otros, de erradicarla, porque son ellos mismos quienes están involucrados, porque son los políticos quienes en contubernio casi amafiado con algunas “empresas” de publicidad, tienen la posesión de cientos de estructuras metálicas, que son un peligro por cierto, listas para ser utilizadas en tiempos electorales.
No hemos podido porque ha prevalecido la corrupción para el otorgamiento de permisos, y no hemos podido porque se ha permitido impunemente la colocación de estructuras y publicidad en la vía pública, en glorietas, camellones y banquetas en franca violación a los reglamentos municipales.
Ante esta calamidad, ante esta absoluta falta de interés por preservar la imagen urbana y por evitar que se privilegie una cultura por el paisaje, nos parece que la única solución posible es que no existan anunciantes.
Sin anunciantes, sin grandes marcas, sin empresas inmobiliarias, automotrices y de todo tipo, no habría empresas de publicidad y sólo quedarían estructuras vacías que posteriormente sería más fácil retirar. Señoras y señores, estamos en México con más de veinte años de retraso en este tema. Vean por favor lo que sucede en Europa en donde se erradicó la publicidad espectacular hace más de dos décadas. Y no vayamos más lejos, echen un vistazo a la nueva Imagen Urbana de Bogotá y Medellín en Colombia. Dense una vuelta por la blanca e inmaculada Mérida, Yucatán y para mayor ejemplo de destino turístico observen lo que sucedió en Puerto Vallarta, Jalisco al respecto.
Si en verdad queremos un destino turístico competitivo, una ciudad limpia, hermosa y atractiva a la vista no sólo para los turistas sino para los ciudadanos porque el paisaje es un privilegio y un derecho de todos, los invito a reflexionar al respecto y a eliminar la publicidad espectacular, los letreros y las vallas, esos son recursos del siglo pasado.
La publicidad es una irrespetuosa invasión del espacio público.
Seguiremos insistiendo.
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