El denunciado mal uso de las tarjetas corporativas, ha puesto nuevamente en el tapete el tema de los viajes oficiales y se escuchan propuestas y opiniones de todo calibre. Para los uruguayos los viajes ofrecen una poderosa seducción y aún más si son por invitación, sin importar a dónde o como son. Por esto los viajes oficiales despiertan tanta polémica. Cuando el regreso a la democracia, la clase política se encontró con un sinfín de oportunidades de conocer el mundo. Taiwán –China nacionalista– era muy pródiga en invitaciones, tratando de evitar el rompimiento de relaciones, y la atractiva Cuba, prohibida durante largos años, fueron destinos habituales al que se sumaron muchos otros, casi todos muy justificados, sobremanera si se saca de ellos algún provecho. Sin embargo no todos se plegaron inmediatamente a la política viajera, pero al final creemos que la mayoría se acogió a sus beneficios. Estamos hablando de todos los partidos, de todos los gobiernos, y si hay alguna excepción rogamos acepte nuestras disculpas.
El asesoramiento en viajes, es algo de lo que un Estado bien estructurado no debería prescindir. Un asesor del rubro no limita su función a conseguir la tarifa aérea ideal, recomendar un hotel o un buen restaurante. Los modernos parlamentarios o funcionarios de confianza, en muchos casos emergen de entornos no habituados a viajes al exterior y por ende, no están obligados a conocer todos los secretos, alguien se los debería trasmitir.
Las Tarjetas de Crédito
Su utilidad es indiscutible y el pretender eliminarlas implica ignorar cómo funciona el mundo hoy. Quien pague en el actual contexto una cuenta de hotel en efectivo, puede ser observado en muchos países como un narcotraficante o un lavador de dinero. El plástico elimina el riesgo de robos y extravíos y muy especialmente ayuda al control administrativo del gasto, para lo cual el Estado cuenta con suficientes recursos humanos. Parece elemental decir que se debe exigir la copia del cupón de la tarjeta junto con la factura del comercio y proceder a su revisación. Así de simple.
Viajes en avión en clases nobles
Las clases Primera o Business –o como se las llame– implican generalmente una gran diferencia en servicio y costo. Los uruguayos, aun los que pueden asumir su costo, las usan muy poco en sus viajes particulares. En los viajes de negocios o misiones oficiales se toman diversas prácticas. Algunas corporaciones abonan diferentes clases de acuerdo a la duración del viaje. Por ejemplo, económica hasta tres horas de vuelo, e ir subiendo de acuerdo a la duración del vuelo, parece lógico. Un alto funcionario tiene que llegar a destino, donde es esperado por sus colegas, descansado y en buena forma. Cuando se viaja a un evento al que asisten colegas de otras naciones, coincidir con ellos en el mismo vuelo y en la misma clase, puede derivar en un contacto muy valioso o el más valioso de todo el viaje. El viajar en una clase noble, además, aunque suene banal, lamentable, es una realidad. En este punto recordamos la anécdota de un grupo de gerentes de una gran corporación alemana que se quejó a su directorio por obligarlos a viajar en Primera Clase cuando su país transitaba la dura época de la posguerra. “Ese es el lugar en que debe estar nuestra compañía, aunque ustedes se sientan incómodos”, fue la respuesta. Al parecer y pese a políticas como éstas a la Siemens no le ha ido tan mal...
Hoteles de buen nivel
Acá aplicamos el mismo criterio que al caso del avión. Los funcionarios que por ahorro de viáticos se hospedan en pensiones, hostales o en propiedades alquiladas por AirBnb, cuando asisten a ferias o exposiciones, podrían no estar cumpliendo con su deber. Los hoteles sede o los principales de la ciudad, son los más utilizados por los empresarios o funcionarios de alto rango y compartir con ellos el ascensor, el bar o la transportación oficial del evento, también da la oportunidad de contactos que no se puede desaprovechar.
Regalos corporativos
Dejamos para lo último este punto al que no se le ha dado la importancia que merece. El intercambio de obsequios es una práctica generalizada a través de los años y de diversas culturas. El Vaticano es un ejemplo de ello, pero nunca da un regalo que no tenga un profundo mensaje religioso. Si entre los regalos de funcionarios uruguayos hay camisas Polo o joyas Boucheron, a pesar de ser valiosas, revelan una gran pobreza cultural. El país produce muchos artículos que pueden ser muy bien recibidos en cualquier parte del mundo, evitando además, malos entendidos cuando se trata de obsequios muy costosos. Se nos ocurre que el Estado debería instrumentar una lista con los artículos que pueden obsequiar sus funcionarios. Incluso muchos de ellos ya confeccionados.
Cuando recibía importantes visitantes del exterior, el expresidente Julio María Sanguinetti recorría personalmente determinadas librerías buscando el obsequio ideal. Cuando vino Fidel Castro en cambio, hizo confeccionar un mural con una composición en la que se involucraba el puerto de La Habana con el charque uruguayo.
No iba a regalarle una caja de Partagás ¿verdad?...
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