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El mejor ecoturismo, es el que no existe! ¿Sera verdad?
Evitando la problemática de tratar de volver a definir los conceptos y modelos del ecoturismo, ya que queramos o no, es la demanda quien lo define, me gustaría puntualizar un debate casi permanente sobre los costes y beneficios del ecoturismo.
Cuando comenzaba a hablar, luego a trabajar y luego a polemizar sobre el ecoturismo, antes llamado turismo verde, ecológico, de naturaleza, etc. para luego comenzar a hablarse del turismo responsable, consciente, justo, etc., hasta lo más actual el denominado turismo sostenible, justo cuando más fuerte suena la #turismofobia y la #turistofobia, me hace recordar esos comienzos, cuando uno salía al campo, a un aérea natural protegida y prácticamente estaba solo, cruzándome apenas con algún pastor, cabrero o ganadero y algún otro montañero o curioso o eco-curioso.
Era la época que estaba muy mal visto hablar de turismo especialmente del que se desarrollaba en las áreas naturales, la antesala del ecoturismo. Hablo de mediados de los 80 y hasta finales de los 90. Turismo y medio ambiente era un divorcio antes del matrimonio, una demonización del medio natural, según los ecologistas de esa época, que solo apostaban por la educación ambiental, que consistía en llevar gente, principalmente de edad escolar, a pasar unos días y aprender algo de la naturaleza, es decir un turismo que no se podía llamar turismo. Como se diría ahora, no era “sexy”, ni mucho menos “trendy”.
Era una época en la que algunos “locos”, pensábamos que dar a conocer la naturaleza al ciudadano, consumidor o turista, le haría a éste, más sensible y provocaría un empoderamiento de tal forma, que se consolidaría la preservación de los espacios protegidos, a la vez que se generarían economías, que podrían sustentar dicha conservación. Pero como muchas otras cosas, el éxito en el desarrollo producía un alto riesgo en la conservación del Patrimonio Natural. Quiero decir la posibilidad de morir de éxito era más que evidente y de hecho muchos territorios están sufriendo la masificación o simplemente una gestión errónea de su turismo, confundiendo el turismo como herramienta, por ser un objetivo y claro entonces magnificando los números frente a los resultados económicos, ambientales y sociales.
Las condiciones físicas de los turistas y su disponibilidad para hacer esfuerzos físicos, emocionales y económicos condicionan que en los últimos años ésta tipología turística mas motivada (supuestamente) por la naturaleza, ha llegado y llega a enclaves ecológicos frágiles, que no deberían acoger visitantes. Aquellos que les gusta la observación de fauna, de vida silvestre no se conforman con estar en dichos hábitats sino que reclaman y exigen su visibilidad y si fuese posible poder hasta tocarlos y quizás tener un selfie.
Muchos de los denominados eco-turistas y diferentes productos vendidos como ecoturísticos, se encuentran dentro de esta tendencia de la demanda, porque aquí también quien paga manda. Consecuentemente se están abriendo demasiados accesos a zonas muy vulnerables, alterando hábitats y por consiguiente la etología de especies, algunas muy amenazadas, porque en el fondo y entiendo, porque prefiero que sea involuntariamente, esta demanda busca una especie de zoológico natural, donde se garantice poder ver animales de cerca (Efecto Dysney). Y no voy a comentar nada sobre comportamientos de turistas que maltratan por diversión a algunos animales que se encuentran por su camino, porque sobran las palabras.
Quizás uno de los grandes problemas son aquellos turistas que pretenden no ser turistas, y más aun los eco-turistas que no quieren ser turistas, pero demandan casi lo mismo en servicios más esa cercanía a la fauna y flora menos accesible. Por eso, el mejor ecoturismo es aquel cuyo impacto negativo en el entorno es mínimo, tanto a nivel ambiental, como económico y social y busca maximizar los impactos positivos, provocando programas o proyectos u acciones de conservación del área natural.
El miedo al error irreversible y al riesgo, provoca decir que el mejor ecoturismo es el que no existe. ¿Pero será verdad?
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