Miércoles, 09 Enero 2019 17:28

Si paga, no importa. Será bienvenido.

Si paga, no importa. Será bienvenido.

Arturo Crosby

 

 

 

 


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No se preocupe, la saturación turística no es tan importante Retomando la frase del titular, quiere decir que si paga, puede contaminar, pero si no quiere o no puede pagar, entonces no tiene dicho derecho. Este concepto que lleva ya un par de décadas implantado en la sociedad, cuando surgió se enfocó como medida disuasoria, pero claro ojalá que involuntariamente se planteó no para aquellos países, empresas o personas, con menor poder adquisitivo, que obviamente son bastantes millones menos en nuestro querido planeta.

 

La parte pública, siempre ha usado la herramienta de captación económica con el pretexto, en una mayoría de los casos, de solventar o ayudar a mejorar una situación existente y en concreto en la problemática ambiental, que luego también derivó a la cultural y social. Si existe el #sobreturismo o mejor dicho la superación del límite o capacidad de carga turística de un destino, la solución más fácil es aplicar una tasa por turista/día y así se reduciría el numero de éstos y se mitigaría o evitaría el problema, que además del impacto ambiental (erosión, deterioro de recursos, residuos, basuras, ruidos, etc.) también el emocional o calidad de la experiencia que tanto preocupa a los gestores de destino. ¿Cierto?

 

Pues curiosamente nunca se ha disminuido el número de turistas/día y los impactos y resultados por tanto siguen siendo los mismos, pero eso sí, el municipio ha ingresado una buena cantidad de dinero. El error tremendo del que contamina paga, se aplica también en el turismo. Los recientes casos de saturación turística de destinos como Venecia o Barcelona, donde conviven en un mismo espacio y al mismo tiempo turistas que pernoctan, excursionistas de cruceros o de otros destinos cercanos y la propia comunidad. Una de las soluciones estrella parece ser la implantación de una tasa para visitantes de día y claro en el mejor de los casos, se podría reinvertir en una mejor limpieza y gestión de residuos, pero el número de visitantes no disminuirá, ni su impacto, salvo que se aplicase el concepto de Bhutan, donde se combina el numerus clausus con unas tasas diarias de unos 250 USD, por turista, pero que incluye alojamiento, comida, servicios, etc. de los que el 25% son para el Gobierno.


Son modelos muy diferentes con resultados bastante distintos.
Es la misma política que en medio ambiente. Se regula la emisión de carbono a la atmosfera, y cada país tiene asignado una cantidad por año. Los que tienen capacidad económica compran los derechos de emisión a aquellos que no llegan a su límite y que además tienen menor poder financiero. Así, si tiene capacidad de compra, puede seguir contaminando o incluso aumentando sus emisiones.

Con las tasas es algo similar, las denominadas eco-tasas, supuestamente diseñadas para castigar comportamientos no amigables con la preservación y buenas prácticas ambientales, lo cierto es que esa recaudación la administra el Departamento o Consejería de Hacienda, quien decide donde se invertirán o gastaran dichos fondos, pero lo más importante es que el daño o impacto a combatir sigue inmune, puesto que siempre que se pague, se permite.

 

Y claro pasan los años y la situación no cambia e incluso empeora. Me recuerda también a la estrategia de compensación, que al fin y al cabo es algo similar y de alguna forma una especie de #greenwashing. Si me dejan contaminar o realizar prácticas negativas, lo pago con una compensación, en proyectos ambientales, como por ejemplo, si los aviones producen una cantidad X de CO2, lo compensamos plantando un numero de arboles en algún otro punto del planeta, si se destruye un bosque pues se planta otro o se crea una escuela para los supervivientes.
Por supuesto las acciones positivas serán siempre bienvenidas, pero no justifican del modo alguno una causa negativa. Es mejor bien reducir o evitar la causa y no tener que compensar o bien ambas medidas a la vez.

 

Hay que implementar un pensamiento mucho más eficiente y proactivo en los tomadores de decisión, para cambiar las políticas que hasta ahora justifican lo no justificable.

 

 
 

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