Domingo, 15 Abril 2018 16:27

Low Cost II - Lo hice!

Low Cost II - Lo hice!

Damian Moragues

 

 

 

 

 

 

Puestos en situación sobre el tema “low cost” y vistos los primeros pasos burocráticos para desarrollar esta experiencia, tenemos que calibrar lo que realmente significa esta calificación en los servicios más tradicionales de la industria del viaje. Quizás lo más característico y conocido del “low cost” sea el transporte aéreo. Desde hace muchos años, desde el uso masivo del avión como transporte vacacional (años 60), hemos ido pasando por distintas fases de servicio y de relación con las compañías aéreas. Lo que, al principio, fue un servicio distinguido y elegante –no tiene porque ser así- se ha ido convirtiendo en una conducción de grupos humanos sistematizada y degradante – tampoco tiene que ser así- con el único objetivo de conseguir un reducido beneficio de cada pasajero, para lo que se necesita cumplir con dos axiomas fundamentales: el primero es que no quede ni una plaza libre en el avión y el segundo que se exprima al pasajero con suplementos inverosímiles aunque éstos sean de 1 Euro. Dentro de poco vaticinamos que, en estos vuelos, se cobrará un suplemento por ser calvo o por llevar zapatos de tacón. Al tiempo.

 

Aún así, hay que distinguir entre las compañías –muchas- que han aceptado el reto del “low cost” como la disposición de una parte de su ocupación a unas tarifas promocionales y las “low low low cost”, cuya estrategia parece ser la de captar a cualquier precio –literal- a pasajeros que luego verán incrementado el coste de su vuelo con suplementos de todo tipo. Hay que poner de relieve que muchos de estos suplementos son casi ocultos. Es decir, hace falta una cierta experiencia y, en ocasiones, el consejo de un amigo experto para descubrir donde nos van a “pillar” en el pago de un complemento por hacer algo absolutamente necesario para el vuelo. Un gran profesional y maestro mío, Manolo Almodóvar, me comentaba hace ya muchos años ( antes de la moda “low cost”) que los límites en la tendencia a los precios bajos tendrían mucho que ver con la seguridad técnica. Creo que todavía no hemos llegado ahí, que todavía hay recursos y organismos que garantizan esa seguridad, pero sí hay síntomas que , de seguir así, llegaremos pronto a la frontera de si “low cost” implica también “low security”. Insisto en que ahora los vuelos cumplen parámetros de seguridad comunes, aunque como pude experimentar en mi periplo de bajo coste, en el aeropuerto de Porto, a mi regreso a Barcelona fuimos embarcados caminando por la pista hacia el avión. Sí, sin “fingers” ni autobuses. A pata. Esto sí parece estar en esa frontera de la seguridad.

 

Normalmente las críticas al transporte aéreo se refieren a las compañías aéreas, las que vuelan. Habría que hacer, también, referencia a los aeropuertos como monstruosos supermercados en los que se deambula, entre tiendas de todo tipo, hasta encontrar aviones. En realidad es así; los costes de las infraestructuras aeroportuarias son de tal magnitud que necesitan ser rebajados mediante negocios alternativos. Volvemos pues al “low cost”. Como el coste real de estas instalaciones sería demasiado oneroso para el pasajero de bajo coste hay que rentabilizar los espacios, a cualquier precio. Y el precio, ese precio no dinerario, lo pagan igual todos los pasajeros con incomodidades y paseos interminables en un enorme espacio consumista dispuesto a captar la menor disponibilidad a la compra del turista habitual.

 

El diseño de los aeropuertos actuales está previsto, indudablemente, para auténticos atletas. Si Vd. tiene que hacer un vuelo en los próximos tiempos le aconsejo que acuda a un gimnasio previamente y se ponga en forma para una buena sesión de “running” que va a experimentar desde su llegada al aeropuerto hasta su embarque en el avión.

 

Cuando fatigado, a medio camino entre la facturación y su avión, intente encontrar reposo en alguna sala, pasillo o espacio del aeropuerto, constatará, con desesperación, que las únicas sillas disponibles son las de cualquier restaurante de “fast food” con precios “high cost”.

 

Debe haber otras fórmulas en el diseño aeroportuario, que permitan sistematizar mejor y más confortablemente el tránsito del pasajero hasta su avión, sin necesidad de someterle a intensas caminatas ni a la presión de miles de establecimientos comerciales. Haberlas haylas.

 

No se pierda el próximo capítulo, epílogo de la serie sobre el “low cost”.

No podrá volver a viajar, ni vivir, sin ello.Palabra.

 

 

 

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