DEOLINDA CORREA: “ LA DIFUNTA CORREA”
Nuestra Provincia se encuentra en el Continente Americano, más precisamente en América del Sur, al oeste de la República Argentina, centrada en la intersección del paralelo de 31 grados de latitud sur y el meridiano de 69 grados de longitud oeste. Del total de su superficie, aproximadamente el 10% está constituido por tierras aptas para la subsistencia del hombre. Fue aquí, a 1160 km de Buenos Aires y a 64 km al este de la ciudad de San Juan, en plena región semidesértica de la provincia, donde se extiende la semiplanicie de Vallecito, donde se produjo el nacimiento de una de las devociones populares más intensas de Argentina: el Santuario de la Difunta Correa – “La Deolinda” – el cual representa el centro de peregrinaje no católico más importante de Argentina, visitado por gente de las más variadas posibilidades económicas y condición social de todos los niveles.
Pero ¿Quién fue Difunta Correa?:
Cuenta la tradición que antes del año 1840, San Juan tenía un gobernador aguerrido y luchador por la independencia, que contaba como asesor y amigo, a don Pedro Correa, un hombre valiente, respetuoso y leal.
Muerto el Gobernador, los avatares de la política convirtieron a Correa en un hombre no confiable y perseguido por la polícìa. Don Correa tenía una hija, Deolinda, de gran belleza, lo cual jugó en su contra, ya que los perseguidores de su padre se fijaron en ella y ello constituyo la sentencia de muerte para su padre y su esposo.
Deolinda se enamoró y pudo casarse con el hombre que amaba. Este acto fue el detonante para que los persiguieran y mataran sin consideración. Ella fue requerida nuevamente y desesperada, emprendió una madrugada la huida hacia La Rioja, anduvo por valles y quebradas con su hijo en brazos, cruzó arenales ardientes que llagaban sus pies, se estremeció en la penumbra de los montes hasta que sus fuerzas se disiparon. Sedienta y extenuada se dejó caer en la cima de un pequeño cerro. Sintiéndose morir, pidió al cielo que diera vitalidad a sus pechos para que el pequeño sobreviviera.
Cuando unos arrieros se avecinaban al lugar, orientados por el vuelo circular de los caranchos, hallaron al niño adormecido sobre el pecho de su madre muerta. Profundamente impresionados, dieron sepultura a la infortunada Deolinda Correa y se llevaron al niño. Poco tardó en conocerse la desdichada suerte de la joven, y hasta su humilde tumba campesina comenzaron a acudir hombres y mujeres del llano y de las sierras, marcando así el comienzo de una devoción popular que crecería con los años hasta alcanzar proyecciones tan grandes que no tiene parangón, no solo en el país, sino en América.”
Su santuario se halla rodeado de botellas de agua y velas, que cada promesante lleva como agradecimiento por la promesa cumplida de su Difuntita, y porque el agua representa el líquido vital sin el cual la vida no sería posible. Es una ofrenda a Deolinda como símbolo para que nunca más tenga sed y pueda vencer la muerte. En este Santuario se funden la historia y la leyenda junto a la devoción popular, que llevó a levantar uno de los centros de peregrinación más importantes del país, contando hoy en dìa con todos los servicios necesarios para el promesante.
Sea uno devoto o no, impacta la gran cantidad de ofrendas, placas, regalos personales etc., que están distribuidos en los muros y el interior de los edificios anexos: autos, guantes de boxeadores famosos, ajuares completos de novia, zapatos, vestidos, ramos de novia, camisetas de equipos de futbol, retratos etc. que representan la gran devoción hacia esta mujer que encontró la muerte por sed, en medio de un lugar semidesértico, pero su amor de madre la superó, ya que aún muerta pudo amamantar a su hijo, permitiéndole vivir milagrosamente. A través del tiempo los “milagros” se fueron aumentando y el promesante acude por diversas causas y problemas de índole económica, de salud, de recuperación física, etc.; y luego vuelve a agradecer a su Difuntita el “milagro” concedido.
Alrededor de su Santuario se fueron levantando servicios de todo tipo: desde restaurantes, confiterías, sectores de camping, hotel para los peregrinos, stands de venta de todo un merchandising referido a ella. Hasta los ómnibus de larga distancia hacen su parada obligatoria por minutos y el viajero que sigue hacia otro destino, también entra “unos minutos aunque sea” por el Santuario, ya que la Difuntita es muy cobradora: promesa hecha promesa que se debe cumplir.
La mayor devoción se ve para Semana Santa, en donde los peregrinos recorren largas distancias a pie, para luego subir arrodillados al Santuario, otros de espalda, o bien caminando.
Hace unos años, se implementó la “ Cabalgata a la Difunta Correa”, que comenzó tímidamente , habiéndose convertido hoy en dìa en un atractivo turístico de carácter nacional, participando el gauchaje con sus hermosos caballos, acompañados con los típicos carruajes de la época, que trasladan a las paisanas y reinas de diferentes fiestas. La devoción se transmite por los poros de la piel, se siente una energía de fe, de sentimientos profundos, imposible de olvidar.
Fuente: Félix Coluccio; “Las devociones Populares Argentinas”
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