La historia de la lamprea en la comarca gallega de Paradanta se remonta a la época de los romanos en los siglos I y II de nuestra era, que ya la tenían como uno de sus bocados preferidos, apunta José Luis Bande, de la Casa Cruceiro, de Barcela. Éstos, también la utilizaban como un medio de tortura, ya que es una especie que se alimenta de la sangre de otros peces. Las lampreas las depositaban en viveros y cuando debían castigar a algún preso lo echaban en estos recipientes con cientos de ellas. Era una verdadera tortura verse atrapado por las ventosas extrayendo su sangre.
Esta especie de los peces agnatos pasa la mayor parte de su tiempo en el mar. Durante los meses de febrero, marzo y abril asciende por los ríos de Portugal, Francia y España, entre otros, para desovar y posteriormente morir.
En el río Miño se pesca en barca en la desembocadura ya que éste lo permite porque sus aguas son tranquilas, el río ancho, y tiene poca profundidad. Cuando ascienden por el río, las corrientes se van haciendo más rápidas, con más profundidad, con remolinos. Entonces es cuando se recurre a unos artilugios conocidos como pesqueiras que son unas construcciones de piedras donde la lamprea le gusta mucho meterse entre sus huecos. Justamente aquí se sitúan las redes en sentido contrario a la corriente, sujetadas por unas cuerdas en las que se quedan atrapadas. Este sistema ya lo utilizaban los romanos. Algunas de las existentes en Arbo son de esta época, otras pertenecen a la medieval.
Pesqueiras en el río Miño
Desde Arbo y hasta el embalse de Frieira se encuentran ubicadas entre unas 250 y 300 pesqueiras, algunas originales desde la estancia de los romanos en la zona. Todas pertenecen a concesiones que otorga la Comandancia de Marina de Tuy a explotadores que las heredan de padres a hijos y que lo largo de unos meses del año (de febrero a abril) cuentan con la autorización para su pesca.
Antonio Rodríguez es un ciudadano de Arbo, empleado del Ayuntamiento, y pesqueiro por afición, con 20 años de tradición en la Playa Fluvial de esta villa. Se considera un enamorado del arte de los aparejos. Se fábrica sus propias redes artesanas siguiendo la tradición romana. Tiene unas para la lamprea; y otras para el sábalo y el salmón, aunque asegura que estas dos especies, con la cantidad de barcos existen en A Guarda dedicados a la pesca -sobre unos 1.200-, ya no remontan hasta donde tiene situadas sus pesqueiras, a unos 50 kilómetros del mar. La labor en el río se realiza por la noche.
Las pesqueiras donde siembra sus redes Antonio Rodríguez pertenecen a unos 7 ó 8 herederos, aunque éstos le han hecho una re-concesión de pesca a partes iguales sobre lo que obtiene. La labor en el río se realiza por la noche, ya que la lamprea es cuando tiene más actividad. Con la luz del día se inmoviliza. En cada pesqueira se pueden lograr por temporada entre 30 y 40 unidades, que Antonio las vende a un precio aproximado de 20 euros la pieza.
El peso de una lamprea está entre los 900 gramos y un kilo y se aprovecha de ella casi su totalidad, a excepción de la boca, la hiel y los intestinos. La parte superior del tronco es para muchos amantes de esta clase de pescado la más sabrosa.
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