La historia de Madeira cuenta que durante el reinado de Juan I de Portugal y bajo las órdenes de Enrique el Navegante se descubre la isla de Porto Santo por Joâo Gonçalves Zarco en 1418 y más tarde la isla de Madeira por Tristâo Vaz Teixeira, aunque ya en estos tiempos se conocía la existencia de las dos islas deshabitadas desde el siglo XIV, según pone de manifiesto la cartografía de la época.
Algo debían haber visto los expedicionarios en las volcánicas islas ya que los primeros pobladores no demoraron mucho en llegar. Una parte importante de la belleza que tenían en el siglo XIV aún la conservan intacta los ciudadanos madeirenses y portosanteños en la actualidad.
Madeira y Porto Santo conservan una naturaleza exuberante, paisajes vírgenes, unos acantilados impresionantes, y vistas desde las alturas sobre el Océano Atlántico, privilegiadas. Flores, flores y más flores durante todo el año en Madeira. En abril, cada año, se celebra el Festival de las Flores en Funchal que recluta turistas venidos de medio mundo.
La mayor de las dos islas tiene grandes iconos en turismo sostenible. Desde rutas, hasta senderismo, pasando por campos de golf, caminatas, deportes subacuáticos, deportes extremos, buenos hoteles y gastronomía de autor, entre otros muchos alicientes para visitarla. Madeira es la eterna primavera con una temperatura media durante todo el año de 18%-20%.
Porto Santo, que se presenta como una isla virgen, semidesértica, muy pequeña, de tan sólo 16 kilómetros de distancia de un extremo al otro, por 6 de ancho, ofrece al viajero una playa de 9 kilómetros de arena negra volcánica y dorada, y un campo de golf que diseñó Severiano Ballesteros, en el cuál se celebran a lo largo del año torneos internacionales de esta disciplina deportiva.
La Casa Museo de Cristóbal Colón es uno de los iconos más importantes de Porto Santo. Aquí vivió el insigne navegante Cristóbal Colón que vino a la isla a estudiar las corrientes del mar y conoció a la hija del primer gobernador de Porto Santo, Felipa, con quién se casó y tuvo a Diego, su único hijo que se le conoce. Esta versión para los estudiosos es contradictoria, ya que unos creen que fue así, y otros piensan que este hecho hay situarlo en Madeira o Lisboa. Lo cierto es que sea realidad o leyenda, la casa museo, donde se recogen diferentes objetos relacionados con la navegación, atrae a muchos turistas venidos de los cinco continentes, especialmente, norteamericanos.
(Fotos: Pilar Rius)
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