Martes, 10 Marzo 2020 17:04

Portugal, siempre sorprendente: Peniche

Portugal, siempre sorprendente: Peniche

Concha Pelayo

 

 

 

 

 

Iniciamos nuestro periplo portugués, rumbo a Abrantes, una bonita localidad perteneciente al distrito de Santarem, en la región Centro de Portugal. Iban saliendo a nuestro paso, naranjos y limoneros, olivos y chumberas, característica de un microclima privilegiado que templa las temperaturas. Los pequeños jardines y huertos de las casas lucían el colorido de los cítricos mezclado con diferentes especies florales. La primavera por esta zona del centro portugués viene adelantada. Abrantes tiene una población de 18.000 habitantes. Pronto nos damos cuenta de que el río Tajo es gran protagonista; no en vano se consideraba hasta no ha mucho, ciudad ribatejana. La ciudad se eleva sobre una colina a 800 metros, a la margen izquierda del río Tajo.

 

Posee un hermoso castillo construido por el Rei Afonso Henriques. Este castillo, el castillo de Amouroul, está situado en medio del río Tajo y es de una gran belleza. Se encuentra sobre un bonito promontorio rodeado de vegetación y a sus pies se extiende una bella y bien cuidada playa fluvial que hace las delicias de los lugareños. Este castillo fue construido entre 1169 y 1950 y sirvió para controlar el tráfico de mercancías, siendo el Tajo utilizado como aduana entre norte y sur, aunque la historia dice que los orígenes de este castillo son muy antiguos y enigmáticos. Y allí, frente a este bonito castillo hicimos nuestra primera parada para reponer fuerzas y confraternizar.

 

Nuestro siguiente destino, Tomar, ese lugar del que sabíamos de su importancia y del que tanto habíamos oído hablar debido a su influencia templaria y que hasta la fecha no conocíamos. Pero sólo recalando en esta ciudad y situándonos hasta su imponente castillo, nos damos cuenta de la importancia de este enclave, incluso de la importancia del imperio portugués y de su historia. Hay que dejarse llevar y avanzar, adentrándonos en las maravillas que encierra este edificio del siglo XII para descubrir la monumental obra del Convento de Cristo. Esta construcción, en su momento, fue la más moderna y avanzada del reino, inspirada en las fortificaciones de Tierra Santa. La charola u Oratorio, es también del siglo XII siendo transformada en Capilla Mayor mediante una reconstrucción que ordenó el Rei Don Manuel I en el siglo XVI.

 

Si bien, una visita a este lugar no es suficiente para descubrirlo en su totalidad, sin embargo, sí nos damos cuenta de la monumentalidad del edificio donde no pasan desapercibidas las preciosidades que vamos encontrando, como el Pórtico Renacentista, la simbología de la ventana manuelina de la Sala Capitular, los detalles del claustro; así como las distintas dependencias relacionadas con los rituales templarios. Pudimos ver, al menos, cinco claustros, cada cual más bello y con diferentes decorados. Sin duda, este lugar abre las puertas a la curiosidad de estudiosos e investigadores que quieren saber más sobre esta singular orden templaria.

 

Nuestro siguiente destino es Óbidos, mientras sigue acompañándonos un paisaje deslumbrante, repleto de frutos, bosques de diferentes especies y de las diseminadas casas de los habitantes de lugar. No nos pasan desapercibidas las carreteras portuguesas, las autovías, modernísimas, como tampoco nos deja indiferentes la limpieza, tanto en ruta como en cualquier población, donde no se ve ni una colilla en el suelo. Hay que descubrirse ante el civismo de nuestros vecinos, ante el respeto por lo ajeno. Óbidos viene del latín, oppidum, y significa ciudadela, ciudad fortificada. Esta ciudad es el mejor ejemplo de ciudad amurallada portuguesa y uno de los mejores destinos turísticos de Portugal. Esta situada sobre una cresta calcárea y rodeada por completo de una antigua muralla. Uno de sus encantos es adentrarse por su estrechas y abigarradas calles, llenas de color y vida. Las tiendecitas abundan a lo largo de todo el recorrido ofreciendo al turista los más variados productos, tanto artesanales como delicadezas culinarias. Encontramos varias librerías, todas ellas decoradas con exquisito gusto, una de ellas, en el interior de una iglesia. Los libros hábilmente colocados sobre lo que era el altar mayor o sobre los retablos laterales. Una belleza. En una de estas librerías, en estantes diferentes, pequeñas latas de sardinas cada una con el año de nacimiento. Cada turista se lleva una con el suyo.

 

Óbidos es una población pequeña y puede recorrerse en dos horas, incluso visitando el castillo. Son muchas las excursiones que se realizan desde Lisboa. En temporada baja resulta más agradable pues en verano, pasear por sus calles puede resultar agobiante. Espectacular la Porta de la Villa, decorada con los típicos azulejos manuelinos. La puerta está formada por dos pequeñas puertas, cuyo diseño impedía la entrada a las caballerías. Las murallas tienen un perímetro de un 1,5 kilómetro y una altura, en algunos tramos, de 13 metros. Son de la época árabe, pero las más transitadas por los turistas datan del siglo XVIII, posteriores al terremoto de Lisboa de 1755. Muy típico de Óbidos, es un riquísimo licor de guindas conocido por Ginjinha. Hay muchos bares y tiendas donde se puede degustar y comprar. Muy interesante su castillo medieval clásico, de paredes de piedra y torreón inexpugnable. Hoy día su actual castillo del siglo XIII construido bajo el reinado del Rei Dom Dinis, es un lujoso hotel, conocido como Pousada.

 

Y por fin, Peniche, otra bonita ciudad de algo más de 27.000 habitantes. Como Óbidos, está rodeada por una muralla del siglo XVI y al borde del mar se encuentra la fortaleza llamada Plaza fuerte de Peniche, que fue empleada como prisión durante el régimen de Salazar. Esta prisión se hizo famosa por la fuga del comunista Alvaro Cunhal en 1988. Peniche goza de un microclima donde las temperaturas son suaves y crece una abundante vegetación y como en los anteriores destinos abundan los olivos, los naranjos y limoneros y enormes bosques de eucaliptos que nos acompañarán a lo largo de todo el recorrido.

 

Lo más atractivo para el turismo es su costa escarpada muy apta para los surfistas y para los aficionados a la fotografía ya que sus acantilados presentan formas inverosímiles de gran belleza. La temperatura nunca excede de los 20 grados, nada que ver con los veranos portugueses de muchas regiones. El viento también es característica de esta localidad de clima atlántico. Y pudimos probar una de sus olas que nos cogió desprevenidos mientras mirábamos extasiados su batir sobre las rocas.

 

Hemos citado estas cuatro ciudades portuguesas, pero nuestro viaje fue recorriendo otras localidades como Foz de Arelho, Gondramaz, Candal o Talasnal, sin olvidarnos de la Serra da Estrella, donde pudimos ver un bonito zorro a la puerta misma del restaurante.

 

 

 

 

 

 

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