Mi amiga libanesa Amale Ghorra me comunica que ha fallecido el Cardenal Nasrallh Boutros Sfeir, el Gran Patriaraca Maronitade los libaneses. Precisamente, conocí al Gran Patriarca hace varios años en el transcurso de un congreso de FEPE para visitar el Líbano, un país desconocido, hermoso y moderno al que se conoce como la pequeña Suiza por sus características paisajísticas. Y en aquél viaje tuvimos la suerte de ser recibidos por el Gran Patriarca en su residencia durante una recepción. Allí habló al nutrido grupo descubriendo su filosofía de vida, su actitud para con el mundo, su percepción sobre la vida social y política. Un hombre con sentido humanista, dotado de gran facilidad de palabra y de una especial intuición para analizar los aconteceres actuales sin prescindir de la historia y de las circunstancias del pasado que influyen en el presente.
A veces las casualidades se encadenan como se encadenan las tormentas. Hacia bastante tiempo que no sabía nada de Amale hasta que, de pronto, las redes sociales me la mostraron por Facebook. Fue una alegría el reencuentro por la red y volver a recordar las vivencias de aquél fantástico viaje a Líbano. Fue ella la que me comunicó también, hace algunos años que el Papa Benedicto XVI había aceptado la renuncia del cardenal Nasrallah Sfeir tras veinticinco años al frente del patriarcado de Antioquía de los Maronitas, Líbano. El purpurado tenía el título de beatitud por pertenecer a una iglesia de rito oriental y le había pedido al Papa, en su día, que le dejara abandonar su cargo cuando contaba la edad de 90 años. Ha abandonado este mundo a punto de cumplir los cien.
La noticia del fallecimiento del Gran Patriarca me ha hecho recordar, no sólo el encuentro que tuvimos con él sino los lugares que recorrimos de la mano de Amale y de George Kahi, entonces presidente de la federación libanesa de turismo. George era un hombre de unos cuarenta años, muy atractivo. Nos hizo pasar gratos y sorprendentes momentos, como la noche en que llevó a una cena a sus dos mujeres. En Líbano está permitida la poligamia. Las mujeres estaban sentadas en la misma mesa, no juntas. Una era musulmana y la otra cristiana. Recuerdo que mirábamos extasiados los gestos de George, las atenciones que propiciaba a una y a la otra. Ellas no se miraron en ningún momento. Fue muy interesante. Era un hombre muy sensual que no disimulaba que le gustaban mucho las mujeres y que no escatimaba ni elogios ni atenciones para las que tenía cerca. Para nosotros, los occidentales, resultó muy curiosa la situación.
Pero al margen de esta anécdota, pudimos extasiarnos recorriendo lugares como Baalbeck, la imponente Acrópolis y la inevitable evocación para el Partenón de Atenas, para Efesso. Ruinas sí, pero llenas de historia y de recuerdos. Según la leyenda, allí vivieron el mismo Abraham e incluso Adán. En Byblos, conocimos a la Doctora Bahia Hariri, hermana del que fue primer ministro Rafij Hariri que fue asesinado pocos años después de nuestra visita a El Líbano. Nos obsequió con un típico desayuno. También conocimos Tiro y Sidón y CANA, ese lugar perdido en el tiempo donde murieron 51 personas, entre ellas 22 niños, un domingo de madrugada en un bombardeo israelí al sur de Líbano. Las víctimas se habían refugiado en un edificio que albergaba a familias desplazadas y las bombas cayeron sin piedad. Todo permanecía igual, el recinto destrozado, trozos de telas de las víctimas entre el polvo, cascotes de cemento, todo permanece para que no se olvide. Varias fotografías de las víctimas ensangrentadas ilustraban el caótico lugar. Al lado un tanque de la OTAN, los soldados nos miraban indiferentes. Y un poco más abajo, en un barranco inhóspito, el lugar donde, dicen, Jesús asistió a las bodas de Caná. Hay muchas dudas al respecto, pero pisar aquellos lugares fue simplemente emotivo y desgarrador.
Escribe Haikal Reaide en una traducción sobre Baalbeck que, "el turista sale de Beirut por la carretera internacional que va a Damasco, sube cuestas empinadas de la cadena montañosa de El Líbano..." y sigue describiendo el paisaje. Se entretiene en contemplar la maravillosa panorámica a uno y otro lado de la carretera, por la que se van dejando olivares, viñedos, vergeles de manzanos, perales, albaricoques. Hasta el trigo trepa incansable por todas partes hasta llegar al valle de la Bekaa. Y yo podría entretenerme horas y horas en escribir sobre este país azotado por las guerras donde sus habitantes no tienen pereza ni carecen de voluntad para sacarlo adelante una y otra vez.
Unos breves apuntes, un bonito recuerdo para homenajear al país y al Gran Patriarca Maronita.
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