Ilustración y Publicación: Juan Flavio Orozco V.
Vivir sano y con alegrías es el anhelo de todo ser humano, por lo tanto, debemos concientizarnos que para lograrlo, debemos unirnos a ese anhelo. No es utopía, es la realidad que enfrentamos día a día, un reto individual, que se convierte en comunal, ya que necesitamos bienestar comunitario para convivir en paz y felicidad.
El mundo está convulsionado y nos sentimos inútiles al no poder contribuir a su apaciguamiento, ya que en la mayoría de las confrontaciones, estamos lejos de los hechos, que solo presenciamos en las pantallas de los innumerables medios cibernéticos.
Pero si pensamos un poco, podemos contribuir a la paz, amándonos los unos a los otros y con la fuerza del amor, nos enfrentamos al mal, combatiendo la injusticia e involucrándonos cívicamente en erradicar la ignorancia, la corrupción, el egoísmo y el individualismo.
Es una lástima que las religiones se hayan alejados de sus fundadores, colocándolos en pedestales, endiosándolos, negándonos la convivencia con el pueblo del que ellos formaron parte, con el que convivieron como seres humanos, predicando amor, fraternidad, igualdad y humildad. Heredándonos ese espíritu de lucha en contra del mal que nosotros los hemos dejado adormitar, aceptando la maldad, la ignominia, la corrupción, como si en la vida sufrir es parte del derecho a vivir y no es así, pues Dios es misericordioso y amoroso. Somos nosotros los que hacemos nuestro propio calvario, al rendirnos sin luchar, sin esforzarnos, sin enfrentarnos a esos tsunamis que destruyen el presente y el futuro de nuestro mundo.
Es indispensable decirnos a menudo que deseamos seguir viviendo, no existiendo, es necesario que encontremos al número dos, como dijimos en "El Archivo DXXXVI" con el propósito y determinación de unir esfuerzos y voluntades para lograr destruir el virus de la corrupción, que es la fuente de nuestro pobreza cívica, económica y espiritual.
Por casualidad, mientras escribíamos nos llegó un correo de nuestro estimado lector y amigo, Jairo Moncada, prominente miembro de nuestra diáspora en California, con un artículo de Emilio Santamaría, escrito el 10 de marzo, cuyo título dice: ¿Qué tan feliz es usted?
En su análisis cita a Abraham Lincoln: "Casi todas las personas son tan felices como se deciden a serlo". Pero ¿funcionaria esto cuando se afrontan dificultades?
Continúa con lo que Dale Carnegie nos cuenta en su libro "Cómo Ganar Amigos", que un día encontró en las escaleras del "subway" en Nueva York un grupo de treinta y cuatro niños inválidos. Usaban bastones y muletas para salvar trabajosamente las escaleras. Uno incluso tenía que ser llevado en brazos. Lo que asombró al famoso escritor fue la alegría y las risas de todos ellos. "Sentí deseos de quitarme el sombrero frente a aquellos niños. Me enseñaron una lección que espero no olvidar" dijo. El profesor Carnegie… habló con uno de los hombres que están a cargo de los niños… quien le dijo "La conclusión es clara: no es lo que tenemos o lo que somos o donde estamos o lo que realizamos, nada de eso, lo que nos hace felices o desgraciados, es lo que pensamos acerca de todo ello".
Y nos cita a Shakespeare: "Nada es bueno o malo, sino que el pensamiento es lo que hace que las cosas sean buenas o malas". Sí, dos personas pueden estar en el mismo sitio, haciendo lo mismo; ambas pueden tener sumas iguales de dinero y prestigio, y sin embargo una es feliz y la otra no. ¿Por qué? Se pregunta Dale Carnegie. Y él mismo contesta: "Por una diferente actitud mental." Sí, pienso que nuestra actitud mental es el Factor X que determina nuestro futuro.
En apoyo a esto permítame citar nuevamente a Dale Carnegie: "Todo mundo busca felicidad, y hay un medio seguro para encontrarla. Consiste en controlar nuestros pensamientos. La felicidad no depende de condiciones externas, depende de condiciones internas". Lo NEGATIVO: Dejar que nuestros pensamientos nos empujen a la infelicidad. Lo POSITIVO: Usar nuestros pensamientos para provocar, a propósito, nuestra felicidad.
Este Domingo 25 celebran los cristianos la entrada de Jesús a Jerusalén, se le llama Domingo de Palmas o de Ramos, ya que lo presentan montado en una "borriquita" pletórico de alegría, su imagen portando una palma, en lo que sería su despedida de este mundo. Las sagradas escrituras, nos describen su pasión y muerte. El Maestro Jesús nos enseñó lo que más tarde nos dijese Dale Carnegie, que la felicidad no depende de condiciones externas, sino de condiciones internas o sea cumplir con su destino, lo que le encomendó su padre celestial, padre de la humanidad, al enviarlo a darnos el ejemplo de que sin sacrificios y voluntad, solo existimos, ya que si queremos seguir viviendo y ser felices, debemos amar al prójimo como a nosotros mismos.
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