Colaboración: Sagrario Chamorro Argeñal
Ilustración y Publicación: Juan Flavio Orozco V.
Aunque es difícil estar felices con lo acontecido en Bogotá, Colombia, donde una juventud llena de esperanzas, dejó de existir a causa de un ataque sorpresivo de un grupo que se ha empecinado en destruir los valores, la paz y la tranquilidad del pueblo colombiano. Expresamos nuestra condolencia a sus familiares, a la institución policíaca y a nuestra América, que no merece seguir sufriendo atropellos de "bárbaros" que se auto llaman guerrilleros defensores del pueblo, que es en sí, víctima de sus actos vandálicos.
Esta barbarie sucedió, mientras realizábamos un paseo por los pueblos del departamento del Quindío, una región privilegiada que cruza la "Cordillera Central de los Andes Colombianos", donde el amor de los residentes por sus tierras y sus pueblos se refleja en un panorama de sembradíos, hatos de ganado que plácidamente se alimentan de abundantemente pastizales verdes, una amalgama de pueblos cuyos colores coquetean con un ambiente de amistad, diversidad gastronómica y golosinas únicas, todo en medio de una frescura que da su pulcra limpieza. Y todo esto los convierte en destinos turísticos de nivel mundial, que contribuye a esa lucha permanente que los colombianos tienen a favor de la paz y el progreso que se reflejan en esa actividad económica que involucra tan absorbentemente al género humano, TURISMO.
Nuestro tour comenzó en Buga, en el departamento "Valle del Cauca" hacia la ciudad de Armenia, capital departamental de "Quindio", el más pequeño de Colombia, ciudad que fue bastante destruida por el terremoto el 25 de enero de 1999 y ha sido totalmente restaurada, convirtiéndose en una ciudad moderna, tomando para ello de modelo el pujante Medellín.
Es importante el desarrollo vial de esta región con magníficas carreteras cuyo mantenimiento se realiza mediante el cobro de peaje, que en nuestro recorrido fueron tres pagando unos 20 dólares por la ida y el regreso, un pago que uno hace con gusto, pues brinda seguridad y placer al conductor y acompañantes.
El tour fue guiado por cuatro primas hermanas del clan Jaramillo; Vicky, Martha Helena, Alba Lucía y María Cristina, amiga y anfitriona, dos de las cuales residen en sus pueblos nativos (Calarcá). Hay una coincidencia entre estas primas; todas han procreado hijas mujeres profesionales triunfantes y siempre amorosas con sus ancestros. Agradezco sus atenciones, finezas y por sobre todo, el excelente conocimiento de su región que tan orgullosamente me presentan.
Visitamos sitios donde siempre encontramos algo curioso y diferente, entre ellos un lugar llamado "Buenavista", con menos de 3000 habitantes en el 2015, cuya extensión visual es emocionante, ya que llegamos a una altura de 1477 metros sobre el nivel del mar a través de una carretera empinada y de muchas curvas a la cima de un mirador, producto de un VISIONARIO de la empresa privada, donde compartimos un inolvidable café con repostería de gran ciudad. Aplaudimos el esfuerzo de este empresario que nos comentó que próximamente tendra unas cabañas campestres para atender a sus huéspedes en un ambiente de paz en la cima de esas preciosas montañas.
Es emocionante llegar a todos los pueblitos que visitamos, entre ellos Filandia, que por su amorosidad le llamamos "Hija de la tierra amada" y que el año pasado recibió el reconocimiento como el municipio pequeño más turístico del país, así como PIJAO, SALENTO y CALARCA, donde el común denominador son sus acogedoras y activas plazas llenas de visitantes que unido a sus Iglesias parroquiales (siempre con sus portones abiertos), nos transportan en el tiempo al inolvidable ayer, cuando Bolívar, su Libertador luchaba en sus alrededores por la Libertad de América, que entre paréntesis, como mandato de Ley, su efigie siempre está presente en todos los pueblos y ciudades de Colombia.
Entre las curiosidades de los pueblos que visitamos, nos informaron que PIJAO fue declarado el "pueblo más lento del mundo", tan lento, que aun rodeado de inmensas montañas llegan hasta ellas, garzas blancas a reposar en sus inmensos arboles al caer del día.
El colorido de los pueblos es alucinante, son combinaciones de tonos que te acogen y tranquilizan en una arquitectura de balcones coloniales, estrechas calles inmaculadamente limpias.
No se siente acoso de comerciantes, pero si sonrisas y sentimiento de amistad.
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