En la coyuntura actual más allá de las buenas noticias dadas en el Perú, es importante reflexionar sobre un transcendental problema que nos afecta: la explotación sexual de la niñez y adolescencia, es un tema que está afligiendo seriamente nuestro desarrollo económico y social. La explotación sexual es una actividad lucrativa e ilícita que genera un conjunto de prácticas sociales propias de un ejercicio abusivo del poder y violencia frente a quienes, por su condición de subordinación, o bien debido a sus circunstancias de vida, suelen ser más débiles y vulnerables. Se trata de un fenómeno en donde el adulto visualiza a la persona menor de edad como un objeto o producto comerciable (susceptible de ser comprado o vendido).
No se trata de un problema exclusivo de países en desarrollo o de grupos minoritarios, ni de una actividad de carácter desigual donde los países más pobres proveen a los más ricos de un mercado libre de niños y niñas para su utilización y consumo, aunque es bien conocido que sí se establecen vínculos entre países en desarrollo y países industrializados, me refiero a los casos de trata de personas. Está demostrado que no todas las víctimas de explotación sexual provienen de familias pobres. Puede tratarse también de personas menores de edad que por distintos motivos se fugan o son raptados de sus hogares de clase media y que ven en la prostitución el único medio para poder sobrevivir por su cuenta.
Dentro de este contexto, las condiciones de miseria o pobreza de países como el nuestro resultan insuficientes para explicar por si solas las causas de este flagelo. Actualmente el fenómeno no se restringe a la prostitución sino que también incluye otras formas: la pornografía, el turismo sexual y la trata de personas. También se ha avanzado en las dimensiones políticas y éticas del fenómeno, lo que significa que éste pasa a ser una cuestión de ciudadanía y derechos humanos, por lo tanto su violación es considerada como crimen contra la humanidad.
La trata de personas en el Perú tiene como uno de sus fines más frecuentes la explotación sexual de niños, niñas y adolescentes, que en muchos casos se realiza en el ámbito del turismo, porque se vincula la industria del sexo con la actividad turística, mediante algunos malos operadores turísticos que estarían respondiendo a dicha demanda con relativa impunidad. Hablando claro también existen personas que brindan servicios turísticos (taxistas, empleados de hotel, guías, etc.) y que pueden convertirse en proveedores de servicios sexuales.
La explotación sexual comercial infantil y adolescente (ESNNA) es un fenómeno complejo y multicausal, constituyendo uno de los “negocios” más deshonestos que existen y una problemática psicosocial de proporciones internacionales. Debemos ser conscientes y por fin trasparentes, estos delitos se dan en el país, sí en nuestro hermoso Perú.
Es momento que el Estado asuma la totalidad de los compromisos internacionales y nacionales, que la empresa entienda que es un tema que también puede afectar su competitividad y por último que la sociedad civil comprenda que no puede quedarse insensible ante un delito que compromete el futuro de sus niñas y niños, nadie está a salvo de salvo de este problema, dado que es un peligro que se encuentra a la vuelta de la esquina.
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