Aun cuando en el Perú, el concepto está algo “devaluado”, por las grandes dificultades originadas por algunos personajes de la política, creo necesario referirme a éste concepto para luego definir su relación con la prospectiva en la gestión pública. Para ello es bueno preguntarnos: ¿En qué consiste la política? Al respecto, son muchos los intentos de definirla, lo cual podría explicar la dificultad que implica el estudio de lo político o de la realidad política. La política está relacionada con la actuación del gobernante o más concretamente del gobierno de una ciudad, para la consecución del bien común y la realización de la justicia, las cuales constituyen condiciones necesarias para la vida de los seres humanos.
Podríamos argumentar que en un sentido amplio, que política es una dirección determinada de conducta, por lo tanto se refiere a una actividad dirigida a la actuación y organización del Estado en la búsqueda de un nuevo modo de vida de una comunidad y al establecimiento del bienestar común, aunque esto constituya otro problema sin solución, porque la felicidad de algunos causaría la desgracia de otros. El proceder de un gobierno supone escuchar a todos los grupos, conciliar hasta lo posible sus intereses discrepantes, en teoría supone atender a las partes interesadas antes de adoptar una decisión, permitirles alguna participación en el gobierno.
Por ende, la política puede definirse como la actividad por la que se concilian intereses diferentes dentro de una comunidad, dándoles una participación en el poder, en proporción a la importancia de estos intereses para el bienestar y la supervivencia de la comunidad en su conjunto. Por lo menos, esto es el deseo de muchos y la esperanza de no pocos.
Desde esta perspectiva, la prospectiva al servicio de la elaboración de políticas no se define como un instrumento para atender emergencias y resolver problemas inmediatos, algo a lo que estamos acostumbrados, sino como un medio para el establecimiento de una visión a mediano y largo plazo que permita evitar problemas y evitar de que estos se agudicen y se vuelvan incontrolables. Por lo tanto, el propósito de la prospectiva no es la predicción sino la elaboración de condiciones para el ejercicio de la libertad, el poder y la voluntad de los gobernantes y de los ciudadanos en la elección de un futuro deseado.
Hoy en día, la planificación estratégica es un instrumento fundamental para la generación de políticas públicas y es un mecanismo de formación de consensos y acuerdos sociales que vincula a la sociedad con las instituciones políticas. A nivel sociopolítico es un medio para responder a las demandas sociales, puesto que contribuye a definir mejor los objetivos y estrategias gubernamentales.
En ese sentido, la prospectiva ofrece a la planificación estratégica la oportunidad de plasmar alternativas de futuro y comprender los grandes cambios de la sociedad, es decir no restringirse simplemente a reproducir la misma gestión gubernamental tendencial o reiterativa que por lo general no produce soluciones ni satisfacción entre los ciudadanos. Entonces, en la relación entre la prospectiva y las políticas públicas, la primera no provee solamente instrumentos para la acción gubernamental, también posibilita a la sociedad civil organizada o participativa, las opciones para convertirse en arquitecta de su propio futuro. De este modo suministra ayuda a los diferentes actores en sus decisiones para que los ciudadanos alcancen el futuro deseado, lo que hace más sostenibles las decisiones sobre los cursos de acción y el uso de los recursos públicos.
Desde un análisis académico, la prospectiva tiene una importante función, pues contribuye a la elaboración de políticas públicas para intervenir o modificar la realidad actual, la cual por momentos nos aterroriza. La prospectiva aportaría la técnica, es decir el procedimiento sobre cómo ampliar los límites del conocimiento ciudadano y además permitiría el modo de pensar para que las personas comprendan mejor su problemática, coordinen su gestión y amplíen sus propias perspectivas futuras. En otras palabras es la llave a la solución de nuestras urgencias, pero que por el momento no la utilizamos como debiéramos.
En la medida en que el mundo se ha vuelto más globalizado, más complejo y más incierto, la planificación ha tenido que ampliar el plazo de lo proyectado y aumentar los temas de interés para poder planificar. En ambos aspectos, la prospectiva tiene un papel central y es parte de un concepto integral de gestión estratégica, donde también están las funciones de coordinación de políticas, evaluación y concertación. El pensamiento de largo plazo es un elemento importante dentro de esa nueva forma de la planificación.
Desde este punto de vista, la planificación es esencial para orientar las decisiones estratégicas de un país o territorio, porque su valor radica en trascender la visión de corto plazo que ha primado en la gestión pública del nivel central, para proporcionar un vistazo más amplio de la realidad, en forma independiente de la coyuntura.
Esto implica crear una conciencia política en torno a la obligación de tener metas de largo alcance y una continuidad que trascienda los gobiernos de turno. También se busca que la administración pública no se limite a lo cotidiano, que aumente su responsabilidad con el país en su conjunto y por ende tienda puentes entre los gobiernos regionales y locales a fin de aumente el razonamiento colectivo, que juega un rol fundamental en la estructura de la política pública. Además, mediante una mayor cultura de evaluación de las políticas, programas y proyectos, la sociedad como un todo conoce mejor el destino de los recursos y, por ende, cuenta con mayor información para definir sus prioridades y transparentar la gestión pública.
Por lo tanto, para concretar la visión de futuro y hacerla posible, se deben identificar un conjunto de estrategias pertinentes, coherentes y verosímiles, que sean parte de políticas públicas de largo plazo. En lo posible, este proceso debe ser compartido y constituir un punto de encuentro de los actores sociales y los grupos de interés. La visión debe garantizar por los menos un punto mínimo común para todas las partes, a partir del cual se puedan crear acuerdos alrededor de aspectos realizables y negociables, pero que inspiren a la sociedad a emprender cambios estructurales o enfrentar grandes desafíos que constituyan el esquema central de la gestión pública. Lo que he intentado explicar es que si realmente lo queremos es posible el alcanzar el futuro deseado.
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