Martes, 27 Febrero 2018 08:48

Del Glamour Palaciego a los Uruguayos que se Bañaban Todos los Días

Del Glamour Palaciego a los Uruguayos que se Bañaban Todos los Días

Damian Argul

 

 

 

 

 

 

A mediados del siglo pasado “madame Savage” enloquecía con huéspedes como Arzadum, Cúneo y Paco Espínola, frenéticos de higiene, aborrecedores del baño único sabatino. Hoy París ya no padece las penurias de posguerra , el Saint Michel, hotel de los uruguayos, tiene cuatro estrellas, nadie te pone mala cara si te duchás sin cesar (aunque sigue existiendo alguna brecha de jabón con los europeos) y los uruguayos entramos en puntas de pie aunque sea para conocer por dentro la nueva categoría de “hoteles palacio”. Es lo que nos recomienda Damián, el tipo que sabe, porque en París no todo es Louvre, Eiffel y bateau mouche, también está el glamour.

 

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El término glamour se está utilizando demasiado. Trato de hacerlo en la forma más económica posible por entender que debe en caos muy muy especiales. Durante mucho tiempo lo asocié con algunas actrices de Hollywood, como Rita Hayworth, Marilyn Monroe, Sharon Stone y pocas más. Glamour era encanto, seducción, misterio que producía una sensación envolvente que iba más allá de la belleza. Al haberse extendido califica todo lo que nos seduzca y es casi inevitable utilizarlo cuando me refiero a París. Si “Berlín es sexy”, como dicen los berlineses, entonces se puede decir que París es glamour y lo comprobamos a cada paso. Hoy voy a hablar de algunos lugares por los que paseamos muchas veces, pero que no siempre se nos ocurre entrar.


Me refiero a los Hoteles Palacio una categoría nueva otorgada a unos pocos establecimientos que exige muchos atributos entre otros: glamour e historia.

 

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Son hoteles donde alojares cuesta una pequeña fortuna de acuerdo al gasto promedio de los uruguayos en hotelería, pero una visita es gratuita y hasta se puede realizar una pequeña consumición en algunos de sus espléndidos salones que no alterará nuestro presupuesto. Claro que, luego, por un par de días deberemos estar a dieta de croque-monsieurs callejeros, en MacDonald o sus similares franceses. Para visitarlos se recomienda discreción, seguridad y sentido común. Los periodistas y los agentes de viajes son generalmente bien recibidos y hasta pueden visitar a salones privados e incluso sus majestuosas suites, ya que para mostrar, muestran lo mejor. Su visita es una lección de calidad, estilo y elegancia, valores necesarios incluso para jugar al fútbol, cosa que a veces olvidamos.


Avenida Glamour

 

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Entre los Campos Elíseos y la Place d’Alma corre la Avenue Montaigne: calle donde se encuentran las casas centrales y boutiques de las más grandes firmas de moda. En su corto recorrido se destaca el Hotel Palacio Plaza Athenée con su fachada art decó realzada por el colorido de los toldos y geranios de sus balcones. El interior es igualmente impactante, más ahora después de una renovación con la que ha ganado luminosidad y contacto con la vegetación de su jardín. Los candelabros, mármoles, tapices siguen siendo los mismos resaltados ahora por el diseño que los rodea. Se pueden apreciar en sus salones nobles y espacios comunes. La gastronomía no ha sido menos cuidada. Los restaurantes están a cargo del chef estrella Alan Ducasse que no descuida ningún detalle, incluso la decoración que encarga a sus propios diseñadores.

 

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Tomé una vez el riesgo de disfrutar el High Tea en La Galerie des Gobelins – soberbio ambiente- y no me puedo arrepentir, sobre todo porque tuvimos la precaución de no pedir el completo, de conformándonos con ordenar a la carta, o sea pedir el té de la casa y compartir milhojas y macarons de frutilla. Al salir cruzando la calle está la Casa Dior, establecida en 1947 y en el estacionamiento nos deslumbran los autos por los lujosos modelos que seguramente tardarán unos años en llegar aquí. En esta breve reseña no vamos a explayarnos en la historia del Plaza Athenée de las personalidades que se hospedaron y se hospedan ni de los importantes eventos que aquí se realizan, especialmente durante la Semana de la Moda. En este hotel se filmaron escenas de varias películas entre ella una de mis comedias preferidas: “Alguien Tiene que ceder” protagonizada por Jack Nicholson y Diane Keaton, nada menos.

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Arte y rendez vous


El benjamín de estos Hoteles-Palacio es el Royal Monceau. Fundado en 1928 es lugar de encuentro de personalidades tanto francesas como extranjeras, entre ellas el Presidente Sarkozy que también usa su piscina. En el se han alojado Walt Disney, Dwight David Eisenhower, Winston Churchill, Madonna, Robert De Niro y más recientemente, Neymar para hacer su entrada a París. Todo un símbolo de nuestra era.


Para mantener su vigencia en el siglo XXI se le encargó al diseñador Philippe Starck la reinvención del hotel. Fiel a su estilo, Starck supo conjugar lo clásico y lo ultra moderno agregando toques de ingenio, sorpresa y hasta su filosofía de vida que se percibe en todo el hotel, entre otras cosas por el protagonismo que tienen las artes y la cultura: librería de arte con más de 700 ejemplares cuidadosamente elegidos, cine privado, galería de arte contemporáneo y una colección de más de 300 obras de arte, todo vivo y no tan solo colocados como simple decorado. Ofrece además a sus huéspedes un detalle exclusivo: Concierge d´Art. Sus dos restaurantes – uno japonés y otro italiano, su Bar Long y una soberbia terraza siguen siendo el lugar de “rendez vous” de parisinos y visitantes.

 

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Historia, refinamiento y cuatrocientos millones de euros


Esto es lo que le costó el aggiornamento del Hotel Palacio Le Ritz a su propietario Mohamed Al-Fayed, padre de Dodi que cenó allí con la princesa Diana antes del accidente en el que ambos perdieron la vida. (También en la foto de portada)


Durante cuatro años trabajaron 200 contratistas, entre ellos los mejores artistas y artesanos de Francia, encargados de realzar su antiguo esplendor, incorporando a la vez las últimas tecnologías. Le Ritz fue inaugurado en 1898 por César Ritz, y Auguste Escoffier, personajes míticos de la hotelería y gastronomía mundial. Fue el primer hotel de Europa en ofrecer habitaciones con teléfono y baño privado. Recorrer sus salones, corredores, restaurantes y bares es como ver un museo vivo de artes decorativas, en el cada pieza está en el lugar y la función para las que fueron creadas. El Salón de Té lleva el nombre de Marcel Proust en homenaje a uno de sus más asiduos visitantes. Aquí Proust frecuentaba figuras de la alta sociedad e intelectuales de la talla de James Joyce y Scott Fitzgerald. Dicen los que saben que aquí se inspiró para escribir algunas páginas de su novela “A la búsqueda del Tiempo Perdido.”

 

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Una de las suites fue bautizada Coco Chanel quien vivió treinta y cuatro años en el Hotel. Está también el bar Hemingway, íntimo e histórico, llamado así en homenaje a su más leal cliente. Una vez me aventuré a disfrutar en él un Bloody Mary creado en honor a la esposa del escritor. La entrada principal de Le Ritz da a la Place Vendome, uno de los espacios urbanos más perfectos del mundo, planificado por Jules Hardouin-Mansart.


Estos son mis tres preferidos de los nueve Hoteles Palacio de París. Los otros seis son también imperdibles. Lujo, buen gusto, historia, detalles exquisitos. En fin, nuevamente, glamour. Dos de ellos, si da el tiempo, merecen también ser visitados:

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Hotel Palacio Mercure ubicado en la muy transitada Rue de Rivoli, próximo al Jardín de las Tullerías y al Museo de El Louvre, fue ocupado por el alto comando alemán durante Segunda Guerra Mundial siendo el centro del libro y la película Arde Paris. Woody Allen también filmó aquí algunas escenas de Media Noche en Paris y en su modernización Philippe Starck también hizo de las suyas.

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Hotel Palacio de Crillon, construido en 1758 por orden de Luis XV, fue frecuentado por María Antonieta donde tomaba clases de piano. En este hotel entre el 3 de Febrero y el 11 de abril de 1919 el presidente Woodrow Wilson y los delegados aliados elaboraron el pacto constitutivo de la Sociedad de las Naciones. Ubicado en la Place de la Concorde, esquina con la rue Royal, tiene a su frente uno de los paisajes urbanos más espectaculares del mundo.

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En el Barrio Latino cero lujo, mucha historia (latinoamericana). Se le dice el “hotel de los uruguayos” el “Hotel de Paco Espínola” o el “Hotel de Madame Savage” (¿Sauvage?) su verdadero nombre es Hotel St. Michel y no es por cierto un Hotel Palacio aunque ahora ostenta orgulloso las cuatro estrellas que dudo las tuviera a mediados del siglo pasado cuando daba albergue a buena parte de la bohemia latinoamericana.

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Si algo lo destaca es su relación con la cultura uruguaya. Desde sus ventanas Arzadum (en la foto del cuadro) y Cúneo, dos de nuestros grandes pintores, dibujaron y pintaron la Rue Cuyas donde estaba ubicado. Frecuentado por viajeros uruguayos, aún en la actualidad, se lo asocia con el escritor, periodista y profesor Paco Espínola amigo muy cercano de la propietaria, Madame Savage, quien pese a sus afectos se quejaba “de esos uruguayos que tenían la mala costumbre de bañarse diariamente”. No era un hotel solo de uruguayos. Ahí se alojaban también Plinio Apuleyo Mendoza, Jorge Amado, Nicolás Guillén, Francisco Coloane y la escritora a y feminista portuguesa María Lamas.

 

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En la misma Rue Cujas, en el destartalado Hotel de Flandre (hoy Hotel Ecoles, cuatro estrellas) la generosa Madame Lacroix le fiaba el alojamiento a Gabriel García Márquez, que escribió ahí “El Coronel no tiene quien le escriba”.


En el Hotel de Flandre también pasaron temporadas Mario Vargas Llosa y Wole Soyinka, primer escritor africano que recibió el Premio Nobel, por lo que se precia de haber albergado a tres laureados de literatura. En esa época y por esos lugares andaban Julio Cortázar, Violeta Parra y, Atahualpa Yupanqui. Estos dos últimos actuaban en el cabaret/peña L’Escale donde también Gabriel García Márquez se animaba a cantar algún son caribeño con el fin de ganar algunos francos.

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Del sugestivo blog de Anna María Iglesias


Todo sin olvidarnos de la fiesta que tuvo lugar en la Rue Cujas la noche que cayó Batista, el dictador cubano, todos exilados y no exilados festejaron hasta la madrugada aún tratándose de una noche de enero, pleno invierno.


Muchas de estas informaciones las he obtenido de los relatos de Plinio Apuleyo Mendoza, unos pocos documentos y relatos de mis mayores, algunos generosamente confirmados por de Jaime Clara y la Profesora Cristina Callorda. Sería cosa buena que alguien especializado trabajara e investigara y sistematizara las andanzas en París de esta brillante generación.

 

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La rue Cujas, próxima a los Jardines del Luxemburgo, La Sorbonne y el Museo Clunny es una ubicación ideal para el viajero, aunque la bohemia ha dejado paso a un comercio de mayor nivel y hoy muchas boutiques ocupan los lugares que antes ocuparon librerías. Dos de los restaurantes donde comían Paco Espínola, García Márquez y los suyos, el griego Acropole, de abundantes platos y la Capoulade, el primero se ha transformado en un restaurant gourmet y el otro en un Quick Burger. De todos modos al caminar por estos barrios, por los bulevares San Michel y San Germain podemos imaginarnos a estos jóvenes creadores recorriendo esos lugares discutiendo escribiendo, pintando o haciendo música.


No hay duda, una de las cosas lindas de viajar es imaginar todo lo que pasó o pudo haber pasado en los lugares que visitamos, especialmente en los hoteles.

 

Nota del Autor: La presente serie de artículos representa una recopilación de experiencias adquiridas en más de sesenta años de viajes por los cincos continentes. La información contenida en ellos ha sido en lo posible, confimada por distntas vías, pero no debe ser tomada como una guía turística actualizada.

 

 

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