Viernes, 24 Noviembre 2017 17:16

Hacia el total vencimiento de la distancia

Hacia el total vencimiento de la distancia

Francisco Muñoz de Escalona

 

 

 

 


En el prolijo manual de doctrina turística convencional publicado en 1942 por el fundador de la AIEST, el economista suizo Walter Hunziker, con la colaboración de Kurt Krapf, hay una interesante digresión sobre el vocablo alemán Fremdenverkehr, que es como en alemán se dice turismo. Dicho vocablo es una asociación de otros dos, Fremden (forastero) y Verkehr, un término desconocido por el alemán. Su preciso significado es el objeto de esta reflexión.


Antes de proceder a hacerla contaré que, en mis primeros escarceos por la heterogénea bibliografía del turismo, me topé con dos obras en alemán titulada, una, Die Wissenshaftliche durchdringung des Fremdenverkehr (A la economía por el turismo) de 1929, y otra Allgemeinen Fremdenverkherskunde (Fundamentos del turismo) 1935, referidas ambas por uno de aquellos expertos españoles de los años 50, años en los que tantos españoles sabían alemán, y de cuyo nombre lamento no acordarme. En ellas, dice aquel germanófilo olvidado, se definía el turismo como “el vencimiento de la distancia por quienes van a lugares en los que no residen”. Dicho de otro modo: turismo para los alemanes no es otra cosa que el tránsito de quienes son forasteros donde no residen por haber conseguido vencer la distancia que separa ambos lugares. Aquello me resultó exótico y bizarro, esos dos adjetivos con los que otro experto, este de lengua inglesa, calificó los estudios del turismo allá por los años 70.


Pero, cuando logré consultar el citado manual de 1942, tuve que rectificar aquel primer enjuiciamiento tan pintoresco y reconocer, humildemente, que me había columpiado en mi apreciación. Porque, en efecto, en la digresión aludida, Hunziker, conocido como uno de los “padres” de los estudios del turismo, explica que, en el moderno idioma alemán, el significado de Verkher es algo oscuro y hasta ignoto porque procede del alemán primigenio, y que, para encontrar su verdadero significado, hay que retroceder a los años medievales, cuando, con dicho vocablo, se aludía a algo así como el “vencimiento de la distancia”, una expresión que también en castellano resulta extraña.


Y, pasando el tiempo, en algún momento de mi ya larga tarea investigadora, reparé de pronto en la gran carga iluminadora que aporta el vetusto vocablo alemán Verkehr, vencimiento de la distancia. Porque, con dicho vocablo, combinado con Fremden (extranjero), el idioma alemán está sugiriendo, nada más y nada menos, que, gracias a la invención y desarrollo de los medios de transporte de masas (que, como sabemos, avanzó harto con la invención del ferrocarril) se consiguió, ya a fines del siglo XVIII, un destacado avance en tal vencimiento. Pues, gracias a este medio de transporte de pasajeros masivo, los desplazamientos empezaran a ser, no solo cada vez más cómodos sino, también, cada vez más baratos y más rápidos.


En definitiva, que el obstáculo que existe entre el espacio que separa el lugar donde reside un individuo y el lugar al que ansía desplazarse porque en él se encuentra el objeto de su deseo, es decir, la distancia, había empezado a ser vencido de un modo sorprendente.


¿No es precisamente aquel proceso imparable (que empezó entonces) hacia un vencimiento casi definitivo de la distancia lo que explica el moderno fenómeno del turismo? No nos cabe, sinceramente, la menor duda. En algún momento de su ya larga historia, el hombre (y la mujer, claro) sintió la necesidad de salir de su residencia habitual si quería satisfacer la necesidad de poseer, consumir o contemplar algo distante y alejado. La primera técnica que utilizó fue, como sabemos, la de peregrinar, es decir, caminar campo a través (per agrum), habida cuenta de que no había caminos, o los que había eran intransitables, ni vehículos para desplazarse por el territorio, es decir, para ir de un lugar a otro, para salvar (vencer) la distancia entre los dos.


Todavía a fines del siglo XIX, Vladimir Ilich Lenin comentaba en una de sus cartas desde Siberia: “No es ninguna broma lidiar con las enormes distancias rusas”. De entonces hasta hoy, el vertiginoso desarrollo de la tecnología aplicada a los servicios de transporte ha puesto a nuestra disposición no solo medios igualmente vertiginosos sino, también, cada vez más asequibles (baratos) de desplazamiento. Es obvio que en el inicio de tal proceso esté la aparición del turismo, ese fenómeno moderno que explica que empezara a haber lugares en los que notaba la presencia de un flujo progresivamente masivo de pasajeros, forasteros (Frendem), visitantes, es decir, turistas.


A esta reflexión me ha llevado el artículo publicado el 31 de agosto de 2016 en www.elpais.com por Zuberoa Marcos sobre “La alucinante realidad virtual que nos permite pasear por Marte”. Nos dice el autor que Alexander Menzies, líder de realidad virtual en la NASA, es el hombre que, al parecer, conoce el planeta Marte como el salón de su casa. Que podría, de un solo vistazo, saber si alguien ha cambiado alguna cosa de sitio a pesar de que nadie -excepto en la imaginación de escritores y cineastas- lo ha visitado. Parece ser que Alexander Menzies conoce tan bien la superficie marciana porque se ha pasado miles de horas observándola. Menzies es uno de los máximos responsables de Destination: Mars, una exposición interactiva instalada en el Centro Espacial Kennedy, que permite a los visitantes tener la sensación de pasear por el Planeta Rojo gracias a las HoloLens de Microsoft. “No sabemos todavía, escribe Marcos, qué dirá la primera persona que ponga un pie en Marte, pero sí sabemos que podremos acompañarle como si fuéramos un miembro más de la expedición”.


Para elaborar esta recreación de Marte, añade Marcos, con realidad virtual aumentada, Menzies ha contado con los datos proporcionados a lo largo de años de investigación por los científicos de la Agencia Espacial Americana y las miles de imágenes recogidas por los distintos satélites, sondas y vehículos enviados allí.


Al llegar aquí, Marcos reconoce que “la visita turística es, sin embargo, sólo una parte del proyecto” (el énfasis lo pongo yo) Por lo que podemos preguntarnos: ¿Así que la moderna tecnología está alcanzado tales cotas de perfección que nos va a permitir desplazarnos incluso por el espacio sideral? ¿Podemos decir entonces, cabe preguntarnos, que estamos al borde de conseguir el total vencimiento de la distancia? Porque, si es así, dentro de muy poco el hombre podrá hacer, también, turismo virtual, como insinúa Zuberoa Marcos, es decir, turismo sin desplazamiento físico, algo que suena a perfecto oxímoron, sí, pero que aportará, sin duda, sensaciones y experiencias como si estuviéramos presentes en cualquier lugar situado a gran distancia de nosotros.


Con ello estaremos ante una nueva connotación de la realidad de turismo, la que nació ligada a una serie de características, entre las que cabe citar la ya eliminada inexistencia de motivaciones lucrativas y, ahora, de repente, incluso la del desplazamiento físico. Sí, en efecto, el turismo como objeto de estudio es, además de harto exótico, extraordinariamente bizarro. ¡Qué le vamos a hacer!

 

 

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