Desde hace poco los medios de comunicación dedican frecuente atención al rechazo del turismo. Es lo que se viene llamando turismofobia, un movimiento que a muchos puede parecer reciente pero que hunde sus raíces en varios decenios atrás.
En los años setenta del siglo pasado la UNESCO y el Banco Mundial emprendieron una serie de actividades que culminaron en la convocatoria de un seminario al que invitaron a funcionarios de varios gobiernos, a profesores universitarios y a destacados empresarios de la llamada industria turística. El seminario tuvo lugar en Washington en 1976; sus resultados fueron publicados tres años después en un libro editado por los dos organismos convocantes, labor que se encomendó al sociólogo experto en desarrollo Emmanuel de Kadt. Con cierta demora, la obra fue publicada en español por Ediciones Endymion el año 1991con el inquietante título “Turismo: ¿Pasaporte al desarrollo?”, dentro de una colección dirigida por Francisco Jurdao Arrones, autor de varias obras exacerbadamente críticas que citamos más tarde, publicadas por la citada editorial.
La versión española de la obra editada por Emmanuel de Kadt se abre con la presentación de F. Jurdao, en la que nos regala unas frases con las que sintetiza el contenido de la misma. La frase es esta: “Los estudiosos [participantes del seminario citado] demuestran que el turismo es una plaga para los países en vías de desarrollo. En algunas zonas, las tensiones entre autóctonos y turistas son muy fuertes”, a la que añade una cita de D. J. Greenwood tomada de su obra “La cultura al peso”: “La cultura ha empezado a ser empaquetada para ser vendida como se venden las mercancías a medida que la industria del turismo crece de forma imparable”.
Francisco Jurdao es un economista catalán que hace años se dedicó a criticar la política agraria de la UE y su adopción por los últimos gobiernos de Felipe González. Jurdao criticó ácidamente también el llamado desarrollo turístico en el marco de su visceral rechazo a la PAC, una crítica que hizo desde la defensa a ultranza de las actividades productivas y culturales del mundo rural. En sus obras, de carácter acusadamente periodístico y sin duda amarillista sin decoro, se decantó por hacer una crítica de las inversiones en urbanizaciones turísticas en España desde los años sesenta del siglo pasado. Estos son los títulos de algunas de ellas España en venta (1979),Los mitos del turismo (1992), Maastricht desmantela la economía española (1992) y España asilo de Europa (1990).
En “Los mitos del turismo”, Jurdao califica a los turistas de invasores sin ejército, una acusación que hecha por él refleja su perenne amarillismo, pero que nosotros venimos desarrollando desde hace varias décadas con un contenido muy diferente. Los turistas consumen, como es sabido, cuantiosos bienes y servicios en los países que visitan, pero los tratadistas del turismo, tan cantadores siempre de las excelencias del turismo se olvidan a menudo de que los turistas consumen también espacios ajenos (territorio) de los lugares visitados junto con destacados elementos de su patrimonio natural y cultural. Un consumo que se lleva a cabo de forma totalmente gratuita habida cuenta de que los turistas no pagan por residir, aunque sea pasajeramente, sino solo y exclusivamente por los bienes y servicios consumidos. Quiero decir que me apropio una vez más de la acertada expresión de Jurdao sin que ello quiera decir que suscribo sus amarillistas opiniones.
Porque, para complementar mi atrevida remoción de las estancadas aguas del turismo, nada mejor que pasar revista a los mitos que se alimentan desde la inveterada visión vulgar que han hecho suya los expertos, una visión que han elevado a un discutible, y no discutido por ellos presunto, nivel científico. (frases tomadas de un artículo publicado en la revista Turydes, vol. 4, nº 11 (diciembre de 2011)
Añadí en el artículo que acabo de citar a los numerosos mitos del turismo los posts que no publiqué ni en mi blog de Nuestroturismo los siguientes:
- La guerra es incompatible con el turismo
- El turismo es la primera industria mundial
- El turismo es un indiscutible motor de desarrollo
- El turismo es un medio para alcanzar la paz universal
- El turismo es la industria sin chimeneas
- El turismo protege y conserva el patrimonio natural y cultural de los pueblos que lo cultivan
En este desaforado canto a las excelencias del turismo radica una de las raíces de la turismofobia. Contra estos mitos favorables surgieron los desfavorables por todos conocidos desde hace tiempo. Unos, gobiernos, inversores, y también los estudiosos, generosamente subvencionados por ambos para que destacaran sus beneficios, inflaron de forma indebida las presuntas bondades del turismo. Otros, ecologistas, puristas, conservacionistas, antidesarrollistas y, recientemente, los partidos antisistema, se han dedicado a inflar, igualmente de forma indebida, los presuntos efectos perversos del mismo.
En el prefacio de la obra, De Kadt se suma a estos últimos y refiere a que fue en la década de los sesenta, una antes de la edición de la misma, cuando, “estimulado por los grandes aviones a reacción, por los viajes chárter y por la creciente afluencia de las clases medias, irrumpió el turismo en gran escala, un fenómeno que se interpretó como la oferta de una nueva oportunidad a los países pobres para estimular su desarrollo y salir de la pobreza”.
La intención de la UNESCO y el Banco Mundial al convocar el seminario cuyas conclusiones editó De Kadt se incardinaba ya a mediados de los setentas en la necesidad de enjuiciar los efectos del turismo, los materiales, los culturales y los sociales, de un modo equilibrado y no ideológico. Porque no tiene sentido hablar del turismo como un compartimento estanco. El turismo debe ser evaluado casuísticamente, caso por caso. Si lo hacemos así habremos segado dos clases de hierbas: las fílicas y las fóbicas.
Ejemplos de las primeras los tenemos en la abundante bibliografía existente. También procede citar al ministro de Franco Fraga, el cual, en 1965, con ocasión de la entrega de las medallas al mérito turístico, declaraba:
«Es necesario crear y fortificar una verdadera conciencia turística, en la medida en que el turismo es una empresa nacional que exige la colaboración de todos los individuos en el seno de una obra común y constituye una responsabilidad para todos los españoles sin ninguna excepción».
Como todos sabemos, la política turística en España tiene su origen en el Régimen de la Dictadura, pero la Democracia Coronada la sigue aplicando por todas las administraciones públicas, la central y las autonómicas.
Entre los ejemplos de las segundas tenemos los libros citados de Jurdao. Destacaremos el libro “Antropología del turismo”, una obra colectiva editada por Edward P. Araujo y Vicente Torres, Cuzco, 1977
Si practicamos la siega, después será cuando podamos plantar la hierba correcta: la que se pone al servicio de la verdad. Un ejemplo esclarecido de esta, lo constituye el estudio colectivo sobre un caso concreto titulado “Impactos sociales del turismo en el centro integralmente planeado (CIP) Bahías de Huatulco (México)”. Gestión Turística. Enero-Junio 2011; N° 15, 47-73. DOI:10.4206/gest.tur.2011.n15-03
Y cuyos autores son: Martha Marivel Mendoza Ontiveros, Universidad Autónoma del Estado de México, Juan Carlos Monterrubio Cordero, Universidad Autónoma del Estado de México, y María José Fernández Aldecua, Universidad del Mar, campus Huatulco.
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