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Durante años ha sido un ejemplo puntero del éxito turístico y de lo que ello puede aportar al desarrollo económico, social, cultural y democrático de sus habitantes. Cientos de estudiantes de todo el mundo han acudido a sus centros de enseñanza, de todos los niveles, a observar de cerca las claves de ese destacado éxito y evaluar la posible forma de aplicar esas pautas a sus propios países. Pero solo se han necesitado unos pocos días para derribar con estocadas mortales el esfuerzo de tanto tiempo. Algunos pocos enloquecidos, atiborrados con mensajes de otras épocas y situaciones, buscando protagonismo y sensación de poder, están consiguiendo destruir en esos pocos días el esfuerzo y el trabajo paciente de millones de personas.
Todo empezó por quitarle valor al turismo. Se magnificaron situaciones irrespetuosas, sin ningún signo de querer acabar con ellas. La sociedad local fue alentada a expresar su frustración por la llegada masiva de gentes de otras naciones y otras culturas. Los políticos expresaron tímidos anuncios, como expertos que son en discursos y declaraciones, pero totalmente perdidos cuando llega el momento de tomar decisiones que aporten soluciones efectivas. Prefieren quedarse inactivos a la espera de que en un futuro puedan echarle la culpa de toda esa destrucción, a otro.
Bloqueando las comunicaciones, aeropuertos, estaciones de tren, carreteras, han causado indignación tanto a los ciudadanos, como a los forasteros. Los forasteros tienen siempre la opción de visitar otros lugares interesantes, que los hay, y muchos. Pero los ciudadanos tienen que aguantar y proseguir con sus vidas ancladas a la ciudad.
Hoy se frotan las manos los inversores de grandes proyectos, que vieron sorpresivamente anulados sus permisos o licencias de construcción. Si hubieran logrado construir sus apuestas, hoy podrían estar en medio de una ciudad fantasma, abandonada por los turistas, tomada por los vándalos.Y como siempre, los pescadores en rio revuelto, aprovechan el caos para saquear y destrozar. Aprovecharon cualquier aglomeración para inyectar odio, desenterrar rencores pasados, y robar comercios e instalaciones al servicio de todos.
Ante un horizonte de inacción gubernamental efectiva, todos los hombres de bien rezamos para que aparezca una fórmula salvadora, que nos libre de esta agonía, y nos permita reconstruir diligentemente la ciudad. Costará, costará mucho, pero es una cosa que sabemos hacer, y haremos, si nos dejan.
Los alborotadores, espero, despertarán un día del caos que han provocado, y descubrirán que la mejor forma de resolver los problemas y mejorar sus situaciones personales, es con grandes dosis de sentido común y respeto.
Que así sea, y pronto.
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