Cada vez que llego a una nueva ciudad, me intereso por visitar sus mercados populares. A veces tienen actividad permanente, en otros lugares solo un día a la semana. Suelen ser los puntos de encuentro donde los agricultores de cercanía y productores tradicionales, ofrecen sus productos más auténticos. Allí contactan con la ciudadanía local, y ayudan a mantener la tradición y la auténtica calidad de lo que se consume en los hogares.
Los puestos se arman y desarman en poco tiempo. Antiguamente con elementos ingeniosos, últimamente con vehículos preparados para esa función, que se abren como libros, permitiendo la exposición de los productos y su almacenamiento seguro hasta el siguiente mercado, en otra población de la zona.
Es frecuente encontrar entre los distintos puestos, además de los productos auténticamente locales, productos de otros lugares, adecuadamente identificados. Me sorprendió ver en mi ciudad recientemente productos claramente etiquetados como de origen en la Patagonia argentina. Un largo viaje para esas cerezas.
También la visita a los mercados nos permite valorar lo que en cada país se hace para preservar la autenticidad y la higiénica manipulación de los diferentes productos. En Francia, por ejemplo, los vendedores facilitan cestas a los compradores, para que vayan colocando en ellas los productos que desean adquirir. Posteriormente son pesados y pagados, y los clientes los vacían directamente de las cestas a su propio carrito de compra.
Otra cosa a visitar, son los mercadillos de segunda mano. Unos espacios cedidos por la municipalidad, donde por una tasa módica los ciudadanos que tengan cosas de las que quieran deshacerse, pueden tener durante todo el día una mesa y dos sillas. Allí es frecuente ver vajillas discontinuadas, ropa infantil, juguetes, libros y todo tipo de ropa que ya no se usa.
Cosas que todos tenemos en nuestras casas, en rincones olvidados. En Francia estos mercadillos son conocidos como "vide greniers", es decir vacía graneros o buhardillas.
Vale la pena visitar los mercados, la sorpresa y la oportunidad están a la vuelta de la esquina.
Siempre.
Otros Artículos del Columnista