Acabo de leer que en la lista de nuevos sitios Patrimonio de la Humanidad, incluidos por la UNESCO, las ruinas de la antigua Babilonia han sido finalmente consideradas. Ello me ha llevado a recordar que hace tiempo tuve la oportunidad de visitarlas en un par de ocasiones. Fui asombrado por la magnitud de los restos, imaginando el enorme espacio que esa antigua capital había ocupado. Recordé la situación política local, donde el líder del país intentaba asimilarse como nuevo Nabucodonosor mundial. En esta línea, los valores arqueológicos no parecían haberse respetada demasiado, poniendo el énfasis en las reformas su nuevo uso con fines políticos.
Lo cierto es que Babilonia fue una capital de gran trascendencia, siempre protegida por los meandros del río que la rodeaban, y limitaban los accesos de sus antagonistas. Finalmente, el río cobró su tributo y fue el origen de su destrucción. A pesar de todo, visitar Babilonia era una sensación especial. Contemplar los grandes bloques de paredes de barro, tumbados, las partes de avenidas recuperadas, la llamativa puerta de entrada al recinto, y la famosa estatua del león característico sello de la ciudad.
Hasta donde mis conocimientos arqueológicos pueden llegar, entiendo que la estatua original está en el museo británico de Londres, u otro similar, a buen recaudo. Lo que se ve en e sitio es una reproducción. Una estatua que da lugar a muchas especulaciones, ¿protección, sumisión, sexo?
Una visita a la historia del principio de la cultura occidental, basada en el comercio, las caravanas, y la lucha entre poderes. Allí donde empezó nuestra cultura, cuna de la civilización actual, regada por los ríos de oro (Tigris) y plata (Eufrates). Una visita inevitable, ineludible.
Ojalá se pueda reforzar el turismo cultural en la zona. Solo se logrará con paz, responsabilidad, compromiso y seriedad histórica.
La lista de la UNESCO es un primer paso en la buena dirección.
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